martes, 29 de junio de 2010

A propósito de la Clausura del Año Sacerdotal

El Sacerdocio se define por el Sacrificio.




Pero tenemos que volver a hablar de la Misa, que a nosotros sacerdotes nos interesa más íntimamente. La Misa, es el corazón de la Iglesia, como también dice el Concilio de Trento.
Cuando se ataca a la Misa, se ataca a toda la Iglesia y, por lo mismo al Sacerdote. El sacerdote es quien, en definitiva, resulta más afectado por todas estas reformas, porque él está en el corazón de la Iglesia, siendo encargado de propagar la fe y la santidad de la Iglesia. En razón de su carácter sacerdotal es el verdadero ministro responsable. La Iglesia es esencialmente sacerdotal. De esta manera, cuando se toca algo de la Iglesia, el sacerdote sufre las consecuencias. Por eso, el sacerdote está hoy en la situación más trágica y dramática que pueda imaginarse. Los seminarios no existen, pues se ha abandonado la definición del sacerdote y la verdadera noción del sacerdocio. Os confieso que me siento sinceramente incapaz de fundar un seminario con la Nueva Misa. 

Como el sacerdote se define por el sacrifico, no se puede definir el sacerdote sin hacer alusión al sacrificio, ni definir el sacrificio sin hacer alusión al sacerdote. Son nociones que es tan absolutamente vinculadas por su misma esencia. De modo que si ya no hay Sacrificio si ya no hay Victima, y no hay Víctima si ya no hay presencia Real ni Transubstanciación. Así, pues, no hay Víctima ni Sacrificio. Pero ¿qué es lo que mantiene al sacerdote y al seminarista? ¿En qué se funda, diría yo, su fervor y su piedad? ¿Qué es lo que le da una razón de ser en el seminario? El sacrificio de la Misa.

Pienso que esto valía para todos nosotros. Nuestra felicidad y alegría durante todo el seminario era pensar en la tonsura, en las órdenes menores, en subir al altar, en ser subdiácono, diácono y, por fin, sacerdote. !Por fin, poder ofrecer la Divina Víctima! !Al fin, poder ofrecer el sacrificio de la Misa! Esto constituyó toda nuestra vida de seminaristas. Ahora se duda de la presencia Real y del Sacrificio de la Misa; es una cena, una comida y una presencia: el Señor está presente como cuando nosotros estamos juntos. Pero la presencia de Nuestro Señor en la Eucaristía no es eso, sino la presencia de la Víctima, la misma Víctima que en la Cruz. Así se comprende que haya seminaristas y vocaciones; vale la pena ser sacerdotes para ofrecer el sacrificio de la Misa, el verdadero sacrificio de la Misa, pero no vale la pena ser sacerdote para hacer una asamblea en la que los seglares pueden casi concelebrar y hacer todo. En esta nueva concepción de la Misa no queda nada; es una concepción protestante y que nos lleva al protestantismo. Por eso no veo cómo puede hacerse un seminario con esta nueva Misa. No puede ni atraer a los seminaristas ni suscitar vocaciones. Ahí está, a mi parecer, la razón fundamental por la que ha dejado de haber seminarios: porque ha dejado de haber sacrificio de la Misa. No hay sacerdote sin Sacrificio. No se puede definir al sacerdote sin Sacrificio. No existen otros motivos.

Mientras no se restablezca el verdadero Sacrificio de la Misa en toda su Divina realidad, no habrá seminarios ni seminaristas (1).

EL SACERDOTE MINISTRO DE LA MISA.


La asamblea comulga en el Sacrificio, pero no es ella quién lo ofrece o es su ministro. El único que es ministro del Sacrificio es el Sacerdote. Esto es lo que hace la dignidad del sacerdote y lo que hace que el sacerdote no pueda convertirse en un ser profano. No puede ponerse al mismo nivel que los que no están consagrados y no tienen ese "caracter" sacerdotal. Haga lo que haga, ante los Ángeles, ante Dios y en la eternidad, el sacerdote es sacerdote. Por mucho que tire la sotana, se ponga un jersey rojo o de cualquier otro color, sigue siendo sacerdote. Si quiere ocultar su carácter sacerdotal, traiciona su misión. Sí, eso es traicionar su Misión.

MUNDANIZACIÓN DE LA NOCIÓN DE SACERDOTE.


Es difícil seguir de modo exacto la evolución de la idea del sacerdocio y de sus consecuencias. Haría falta, tal vez, remontarse 30 años y recordar la infiltración en los seminarios de ideas subversivas en torno a la función del sacerdote y a sus relaciones con el mundo. Pero nos limitaremos a los 10 últimos años, los del Concilio y después de él.
Como en todos los cambios ocurridos durante este período, se apoyaron en la evolución del mundo para hacerle creer al sacerdote que también el tenía que cambiar su modo de ser. Era facil crearle un complejo de aislamiento, de frustración y de ser extraño a la sociedad. Se le decía que tenía que volver a unirse al mundo y abrirse a él. Se acusaba a su formación y la forma anticuada de vestir y vivir.
El lema que ayudó a asimilar al sacerdote al mundo fue facil: "El sacerdote es un hombre comó los demás". Dado esto por sentado, tenía que vestir como los demás, ejercer como ellos una profesión, tener la libertad de poderse casar. Los seminaristas no tenían más que adaptarse a este nuevo "tipo de sacerdote".
Por desgracia, este lenguaje no estaba sólo en labios de los enemigos tradicionales de la Iglesia, sino en labios de sacerdotes y obispos.
Las consecuencias no se han hecho esperar: el abandono de todo distintivo eclesiástico, la búsqueda de una profesión, la transformación del culto para halagar el gusto del mundo; y al cabo de pocos años, la perdida de la fe, desembocando en la abjuración de miles de sacerdotes.

Éste es sin duda el signo más doloroso de esta reforma: la pérdida de la fe en el sacerdote. Porque éste es, esencialmente, el hombre de fe. Si ya no sabe lo que es, pierde la fe en si mismo y en lo que es su sacerdocio. Se ha modificado radicalmente la definición del sacerdocio dada por San Pablo y por el Concilio de Trento. El sacerdote ya no es el que sube al altar y ofrece un sacrificio de alabanza a Dios por la remisión de los pecados. Se han invertido el orden de los fines. El sacerdocio tiene un fin primario, que es ofrecer el sacrificio; y un fin secundario, que es la evangelización. Ahora la evangelización se impone al sacrificio y a los sacramentos. Se convierte en un fin en sí mismo. Este grave error tiene trágicas consecuencias. En efecto, la evangelización, al perder su fin, queda enteramente desorientada y busca motivos que agraden al mundo, como la falsa justicia social o la falsa libertad, que adquieren nombres nuevos: desarrollo, progreso y construcción del mundo. Estamos plenamente dentro del lenguaje que lleva a todas las revoluciones. El sacerdote descubre en sí un papel primordial en la revolución mundial contra las estructuras políticas, sociales, eclesiásticas, familiares y parroquiales. No tiene que quedar nada de ellas. El comunismo no encontró nunca agentes mas eficaces que esos sacerdotes. Los sacerdotes han perdido la fe; constatación dolorosa si la hay, en quien es el hombre de la fe.

Dentro de esta óptica nueva del sacerdote, todo se deduce lógicamente: el abandono de la sotana, el deseo de ejercer una profesión y la posibilidad del matrimonio.

EL CELIBATO SACERDOTAL


El mundo necesita al sacerdote. El mundo no puede seguir existiendo sin sacerdote sy el sacerdote tiene que manifestarse. No tiene derecho a ocultar su "carácter". Es sacerdote desde la mañana hasta la noche; es sacerdote las 24 horas del día. En cualquier momento le pueden llamar para confesar, dar la extremaunción o aconsejar a algún alma que se va a perder. El sacerdote tiene que estar ahí. Por consiguiente, profanarse y no tenre fe en su carácter sacerdotal, es el final del sacerdote y del sacerdocio. A eso estamos llegando. No hay que extrañarse de que los seminarios estén vacíos. ¿Por qué guarda el celibato el sacerdote? Aquí hay que apelar otra vez a la fe. Si se pierde la fe en el sacerdocio único que es el del altar y que es la continuación del Sacrificio de Nuestro Señor, se pierde al mismo tiempo el sentido del celibato. Y no hay razón para que el sacerdote sea soltero. Se dice que "el sacerdote está ocupado y que su papel le absorbe de tal forma, que no puede ocuparse de un hogar". Pero ese argumento no tiene sentido. El médico, si tiene verdaderamente vocación de médico y es un verdadero médico, está tan ocupado como el sacerdote. Ya le llamen de noche como de día, tiene que estar presente para atender a los que pidan que vaya a ayudarles y, por consiguiente, tampoco él debería casarse, porque no puede tener tiempo para ocuparse de su mujer y de sus hijos. Así pues, no tiene sentido el decir que el sacerdote está tan ocupado que no podría hacerse cargo de un hogar. La razón profunda del celibato sacerdotal consagrado es la misma razón que hizo que la Santísima Virgen María haya seguido siendo Virgen: el haber llevado a Nuestro Señor en su seno; por eso era justo y conveniente que fuese y permaneciese virgen. De la misma manera, el sacerdote, por las palabras que pronuncia en la consagración también él hace venir a Dios sobre la tierra. Está en tal proximidad con Dios -ser espiritual y espíritu ante todo que es bueno, justo y eminentemente conveniente que el sacerdote sea virgen y permanezca soltero. Esta es la razón fundamental: el sacerdote ha recibido el "carácter" que le permite pronunciar las palabras de la consagración y hacer bajar a Nuestro Señor a la tierra para dárselo a los demás. Esta es la razón de su virginidad. Pero entonces -me diréis- ¿por qué hay sacerdotes casados en oriente? Es una tolerancia. No os dejéis engañar, es sólo una tolerancia. Preguntad a los sacerdotes orientales: un obispo no puede estar casado. Ninguno de los que tienen funciones de alguna importancia en el clero oriental puede estar casado. Es, pues, "una simple tolerancia"; y no el concepto que tiene el mismo clero oriental, porque también él venera el celibato del sacerdote. En todo caso, es absolutamente cierto que, desde el momento de Pentecostés, incluso si vivieron con sus esposas, los apóstoles dejaron de "conocerlas". Porque, si no ¿ a quién se dirigiría Nuestro Señor cuando dijo: "Si queréis ser mis discípulos, abandonadlo todo y dejad a vuestras esposas?. (3)


Monseñor Marcel Lefebvre


 San Alfonso María de Ligorio y San Juan Maria Vianney 
Rogad por los Sacerdotes.


"el sacerdote está constituido dispensador de los misterios de Dios en favor de estos miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, siendo, como es, ministro ordinario de casi todos los sacramentos, que son los canales por donde corre en beneficio de la humanidad la gracia del Redentor. El cristiano, casi a cada paso importante de su mortal carrera, encuentra a su lado al sacerdote en actitud de comunicarle o acrecentarle con la potestad recibida de Dios esta gracia, que es la vida sobrenatural del alma" .  Enciclica Ad Catholici Sacerdotii de S.S. Pío XI.


San Pío X

"porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas" (Enciclica Notre Charge Apostolique)