domingo, 24 de agosto de 2008

LA VERDADERA IGLESIA DE JESUCRISTO

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA VERDADERA IGLESIA DE CRISTO

UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA



La Iglesia Católica es la sociedad de los fieles cuya cabeza es el Papa.

Para pertenecer a la Iglesia Católica es necesario:
1º-Estar bautizado
2º-Creer todas las verdades de la fe
3º-Reconocer al Papa como cabeza de la Iglesia
4°-No estar excomulgado.
No pertenecen a la Iglesia Católica: Los infieles, herejes, cismáticos, apostatas y excomulgados
Infiel es el que no está bautizado.
Hereje es el cristiano que niega con pertinacia alguna verdad de la fe.
Cismático es el cristiano que no reconoce al Papa como cabeza de la Iglesia.
Apóstata es el que niega con acto externo la fe católica que antes profesaba.
Excomulgado es el cristiano que ha sido privado por la Iglesia de los bienes espirituales comunes a todos los fieles.
El pecado, si por él no se incurre en la excomunión, no impide el pertenecer a la Iglesia.

La verdadera Iglesia de Jesucristo
La verdadera Iglesia militante de Jesucristo es la Iglesia Católica. La Iglesia Católica se llama también Romana, porque el Jefe de ella es el Sumo Pontífice de Roma. Las notas o señales por las cuales se reconoce la verdadera Iglesia militante de Jesucristo son: una, santa, católica y apostólica.
Una: porque Jesucristo fundó una sola.

Santa
: porque Jesucristo es Santo y la fundó para santificarnos.

Católica
: la palabra católica significa universal; Jesucristo fundó su Iglesia para todos los hombres hasta el fin del mundo.
La Iglesia Católica es una: porque siempre ha tenido y tiene en todas partes una misma fe, unos mismos sacramentos y una misma cabeza. Es santa: porque su cabeza, Jesucristo, es el Santo de los santos, sus sacramentos son santos, su doctrina es santa y hace santos a los que la practican. Digan sus enemigos, si hay en la doctrina católica algo que no dirija al hombre hacia Dios, fuente de toda santidad. La religión católica prescribe una pureza de costumbres admirables. Esta es la principal causa porque es tan odiada por los malos.

Sólo la religión católica tiene santos, esto es, personas de virtudes tan extraordinarias que el mismo Dios da testimonio de ellas con hechos sobrenaturales. Nada prueba contra la santidad de la Iglesia que haya católicos, y aún ministros del altar, que observen mala conducta. La Santa Iglesia católica condena la mala conducta de toda persona, sea quien fuere. El que es malo, lo es precisamente porque no cumple con lo que prescribe la santa Iglesia Católica. Es católica por razón de la doctrina, del tiempo y del lugar.

Por razón de la doctrina. La doctrina de la Iglesia Católica ha sido siempre la misma, sin cambio alguno. Al declarar la Iglesia que una verdad es de fe, no establece una nueva doctrina; solamente obliga en conciencia a creer aquella verdad, como revelada por Dios. En materia de disciplina la Iglesia puede cambiar sus leyes según las exigencias de los tiempos y lugares.
Por razón del tiempo. La Iglesia Católica existe desde que la fundó Jesucristo. El fundador de la Iglesia Católica es Jesucristo; si hubiera sido otro, sabríamos quién fue. Las demás religiones, que se llaman cristianas, cuentan su existencia desde varios años y aún siglos después de Jesucristo. Sabemos quiénes fueron los fundadores de esas religiones; casi todos fueron católicos que se rebelaron contra la Santa Madre Iglesia.
El protestantismo empezó a existir quince siglos después de N. S. Jesucristo. Afirmar que el rotestantismo es la verdadera religión cristiana es admitir que la verdadera religión cristiana empezó a existir 1500 años después de N. S. Jesucristo. Los mismos fundadores del protestantismo fueron católicos y después protestantes. El protestantismo no fue, pues, fundado por N. S. Jesucristo, y por consiguiente, no es la verdadera religión cristiana.

Por razón de los lugares.
La Iglesia católica es para todos los hombres y está extendida en toda la tierra..La catolicidad es tan propia de la Iglesia Romana, que en todas partes es llamada católica, y católicos son llamados sus hijos

Es apostólica, porque viene de los apóstoles y tiene la misma doctrina que ellos enseñaron.

Artículo publicado en la Revista Latin Mass 1983

lunes, 18 de agosto de 2008

EL PROGRAMA CATÓLICO


EL PROGRAMA DE LA RESTAURACION CATÓLICA


EL PROGRAMA DE MONSEÑOR LEFEBVRE FRENTE AL DE LA REVOLUCIÓN




Queridos fieles, no voy a comentarles el Evangelio de hoy, sino que me detendré un poquito en temas fundamentales.


El Coro ha entonado el Introito en el que Dios nos dice: “Yo soy la salvación del pueblo, [es decir, la salvación de la Iglesia], en su tribulación ellos me pedirán auxilio y Yo los escucharé, y seré su Señor para siempre” . Y en la Colecta de este domingo nos dice: “Elevarán a Mí sus oraciones y me darán culto sin traba alguna”.

Estas palabras me parecen muy adecuadas a la situación de la Iglesia, en que los cristianos claman al Señor: “Pero, Señor, ¿qué haces?” Ellos piden, en su tribulación, el socorro del Señor. El Señor responde: “Yo iré en su auxilio, los escucharé y seré su Señor para siempre” .

Esta tribulación es la crisis de la Iglesia, es la Iglesia infectada por un veneno de error, tal como enseñaba San Pío X en su encíclica “Pascendi”; error que se halla en las entrañas mismas, hasta en las venas, de la Iglesia. Por esto, los cristianos claman al Señor en auxilio.

Cuando observan la Iglesia ocupada, el santuario devastado, los altares cambiados y profanados, las familias dispersas o aniquiladas, cristianos que ya no se casan y viven como paganos, ante esto, ¿qué dicen los auténticos cristianos? Piden socorro. Cuando ven también la vida religiosa destruida y el sacerdocio profanado, extinguido o en vías de extinción, ellos dicen: “¿Qué haremos, Señor?, ¡socórrenos!”
Esto es lo que hicimos hace ahora treinta años y Dios, en su misericordia, nos envió el auxilio, la salvación. “¡Yo os libraré!” Él hizo dos cosas. Primero nos dijo:
“Yo os daré un jefe, y vosotros lo seguiréis y combatiréis tras él” . Un jefe providencial, nuestro venerado Monseñor Lefebvre. Luego,
Dios dijo:
“Combatiréis con él, bajo su dirección, y reconstruiréis las cosas como estaban anteriormente, antes de la revolución conciliar” .

“Para empezar, Yo os daré un jefe que podréis identificar fácilmente y, a continuación, con él reconstruiréis lo que se había demolido” . ¿No es maravilloso lo que Dios ha hecho por nosotros? Se trata de nuestra historia, queridos fieles; vuestra historia, mis queridos niños, la de vuestros padres y abuelos, que han luchado y han reconocido a ese Obispo que Dios les daba, Monseñor Lefebvre, para reconstruirlo todo.

Veamos primero, si ustedes quieren, un ejemplo histórico de la Sagrada Escritura; luego, haremos su aplicación práctica a nuestro tiempo.


I. UN EJEMPLO HISTÓRICO

En el Antiguo Testamento, los Macabeos, frente a la destrucción del Templo por los paganos griegos que habían conquistado Jerusalén y asolado el Templo, reconstruyeron las cosas (I Macabeos, 4, 36).

Los Macabeos eran los auténticos judíos, es decir, los verdaderos cristianos de aquel tiempo, que se habían unido para combatir y resistir al paganismo. Suben a la montaña de Sión y ¿qué ven? El Templo, sí, el Templo de Dios con el santuario desierto, el altar profanado, las puertas arrancadas, los patios interiores los claustros, la vida religiosa, díriamos nosotros- donde brotan los cardos, las espinas y los matojos; los candelabros caídos, la lámpara del santuario extinguida. Ven el lamentable estado de la Iglesia en aquel tiempo. Entonces, Judas Macabeo, uno de ellos, toma decisiones. En primer lugar, dice que los laicos combatirán contra los paganos, mientras que nosotros, los sacerdotes, reconstruiremos el Templo. ¡Cada uno en su sitio! Los laicos combatirán en la ciudad contra los paganos y contra sus leyes paganas (1); nosotros, los sacerdotes, reconstruiremos el santuario. La Biblia narra, entonces, lo que los sacerdotes del Antiguo Testamento hicieron en el Templo de Jerusalén: "Escogieron sacerdotes sin mancha para purificar el Templo y levantar el altar”. Son palabras de la Sagrada Escritura.

Sacerdotes sin mancha, es decir, un sacerdocio auténtico, para purificar el Templo y el altar. ¡Qué ejemplo! Pero, observemos el trabajo de esos sacerdotes sin mancha, de ese sacerdocio renovado, restaurado en su integridad, en el Antiguo Testamento: ¿Qué hicieron? “ Tomaron pie­dras y construyeron un altar nuevo siguiendo el modelo del que había existido anteriormente, antes de la devastación”. ¿No nos dice esto nada? ¡Son palabras extraordinarias, proféticas! A continuación, restablecieron el santuario, le devolvieron sus vasos sagrados, purificaron los patios interiores -los claustros-, colocaron los candelabros, rehicieron el altar del incienso y quema­ron incienso sobre él; encendieron los cirios; nosotros diríamos que la lámpara del santuario lució de nuevo. A continuación, depositaron los panes de la proposición -que prefiguraban la Eucaristía-, colgaron los velos y completaron la tarea emprendida tal y como Dios la quena. Restablecieron completamente el culto auténtico y verdadero.

Así fue la resurrección del verdadero culto bajo los Macabeos, para restablecer el culto ver­daderamente agradable a Dios y restaurar el altar del sacrificio. ¿No resulta una profecía acerca de lo que ocurriría un día en la Iglesia?


II: MONSEÑOR LEFEBVRE, NUEVO JUDAS MACABEO



Llego a la segunda parte, a nuestra pequeña tarea, tarea de restauración también, gracias a ese nuevo Judas Macabeo suscitado por Dios, Marcel Lefebvre.

Lo acaecido en el pasado, auténtica profecía en acción, es al mismo tiempo un suceso de actualidad, lo que muestra que ante una sociedad secularizada de la cual se a desterrado a Cristo Rey, Dios prepara, desde hace ucho tiempo, a este Obispo, Monseñor Lefebvre, para dárselo a la Iglesia en el momento previsto, ante las súplicas de los católicos fieles, pero no a él solo, sino on otros sacerdotes valientes y esforzados, suscitados también por Dios, como eI Padre Coache, el Reverendo Padre André, y tantos otros. Y entonces, este Obispo y estos sacerdotes decidieron que los laicos combatirían en la ciudad, mientras que los sacerdotes combatirían en la Iglesia. Es sencillo: ¡cada uno en su sitio! (2) ¿y qué van a hacer esos sacerdotes y laicos? El programa que Monseñor Lefebvre va a darles es el opuesto al programa de la Revolución. Para comprender el programa católico, expongamos en primer lugar el programa revolucionario, el programa liberal.


III: EL PROGRAMA LIBERAL Y REVOLUCIONARIO

¿Cuál es ese programa? ¡Ustedes tienen que conocerlo! Se asienta en tres puntos (3).

Primer punto, excluir el gobierno de Cristo Rey: que no se hable más de Jesucristo en el Estado, que se retiren las cruces de los colegios y de los hospitales, que no haya más signos católicos. ¡Secularización, laicismo!

Segundo punto: a favor de esta secularización, supresión de la Misa. Lo hicieron en el Concilio con la nueva misa, misa secularizada. Y todo ello,

tercer punto, con el fin de borrar la vida sobrenatural en las almas, arrancárselas para convertirlas en almas naturales, profanas, laicas. He aquí el programa liberal, el de la Revolución. ¡Ustedes no lo encontrarán en los libros! Monseñor Lefebvre va a tomar ese programa y lo va a dar vuelta, para hacer su programa católico de reconstrucción sobre tres puntos.


Primer punto:
devolver la verdadera Misa a los católicos, la renovación incruenta de la Cruz so­bre el altar. Misterio, pero fructuosa realidad para nuestras almas, fuente de agua viva. Batirse por devolver a nuestras almas la verdadera Misa, por razones doctrinales y no solamente sentimentales. No se trata de preferencias, ella es la Misa católica que expresa el dogma católico y no nos hace, como es el caso de la nueva misa, torcer la cara o actuar en contra de la verdad y contradecir los prin­cipios. Como todo fluye de la Misa, devolver la verdadera Misa constituía el primer punto del pro­grama de Monseñor Lefebvre y, para ello, por supuesto, proveer de sacerdotes y hacer seminarios.


Segundo punto:
con esta verdadera Misa, reconstituir una élite católica, una élite de fieles cató­licos y, por tanto, de familias católicas, de instituciones cristianas, de escuelas católicas.


Tercer punto:
con esta élite católica, devolver a Nuestro Señor su corona, su reinado social. Como ven, Monseñor Lefebvre tomó el programa liberal y lo enderezó como debe ser. En primer lugar, la Misa, de ahí una élite católica viviendo de la Gracia, es decir, en estado de gracia, pues mu­chos cristianos, hoy en día, ya no viven en estado de gracia sino en pecado mortal; y, en tercer lugar, con esta élite devolver su corona a Cristo Rey.

He ahí lo que Monseñor Lefebvre predicó e hizo; cumplimiento de la profecía de Judas Macabeo.


IV. ¿DE QUÉ SE TRATA? LA MISA Y LA REDENCIÓN

En el centro de todo está el altar, la Misa, el rescate, la Redención, misterio que se repite y renue­va sobre el altar. ¿Pensamos nosotros en ello?, ¿reflexionamos?, ¿qué es la Redención? No basta con sostener que se cree en tres misterios: la Trinidad, la Encarnación y la Redención. No es suficiente, ¡hay que comprender las cosas! Propongámonos penetrar un poco esos misterios y meditarlos.

¿Qué es la Redención? Para los modernistas consiste en ser conscientes de la dignidad de la per­sona humana, gracias al Padre celestial que ha entregado a su Hijo a la muerte por amor y respeto ha­cia la dignidad humana. Esto es lo que encontramos en el nuevo catecismo, en el lenguaje de los Obispos y del Papa actual. Es la nueva religión. ¿Podemos aceptar nosotros tal cosa? ¿Podemos de­cir que Dios Padre entrega a su Hijo a la muerte para demostrar al hombre que Dios estima la dignidad de la persona humana, para hacernos tomar conciencia de nuestra
dignidad humana, y punto final? Ustedes pueden ver que se trata de una religión naturalista, profanada, completamente falseada. La verdad, por el contrario, es que Jesucristo se entregó en la Cruz voluntariamente, por amor a no sotros, obedeciendo a su Padre ciertamente, pero para ofrecer una satisfacción a su Padre, una repa­ración a causa de nuestros pecados y por nuestro pecados. No se trata de la estima que Dios tiene por la dignidad humana, ¡se trata del pecado! El pecado es la razón por la que Dios Hijo se ofrece a sí mismo como sacrificio a su Padre; sacrificio infinitamente agradable ya que es ofrecido por la Per­sona divina del Hijo de Dios hecho hombre por la Encarnación. Así pues, penetramos un poco en el misterio de la Encarnación y comenzamos a comprenderlo un poco, aunque permanezcamos en las sombras de la fe.

Comprendemos que se trata de una obra de reparación, de justicia debida a Dios a causa del pe­cado. Jesús restablece la perfecta justicia debida a su Padre, restablece el orden por su sacrificio y, de este modo, devuelve las almas a Dios y las reconcilia con Dios mediante su sacrificio sufriente por ellas; además, Él nos invita a unir nuestros sufrimientos y sacrificios al suyo. ¡Hagamos el esfuerzo de no olvidar esto! Cristo no lo ha hecho todo, es necesario que nosotros
participemos también. Nos acercamos a la Misa para recibir el fruto de sus méritos en la Cruz y para unir nuestras pequeñas sa­tisfacciones y sacrificios al suyo. ¡He aquí nuestra religión católica! Es completamente diferente de esa nueva religión intelectualista en la que el Padre entrega al Hijo para hacernos tomar conciencia de nuestra dignidad. ¡Es increíble e inaceptable!

V. LA RELIGIÓN MODERNISTA: UNA RELIGIÓN GNÓSTICA

Ya lo he dicho varias veces, esta nueva religión es una gnosis: ¿Qué es una gnosis? Una religión que se pretende más etérea, superior, dejando la religión católica al vulgo. La religión católica sería, por tanto, buena para los simples fieles, siendo los modernistas los poseedores de una concepción más etérea y elevada de la religión: ¡la dignidad humana! Y esto sin,esfuerzo, sin sacrificio, sin penitencia, porque no hay pecado y sin pecado no hay necesidad de reparación. Así es la nueva religión, gnóstica e intelectualista. ¡Nosotros no la queremos! Al contrario, la denunciamos y la rechazamos. En esto consiste nuestro combate, pues en esto radica el error actual. No se trata solamente del libe­ralismo, del socialismo, del modernismo; esta gnosis es el error actual y, precisamente por ello, es ne­cesario denunciarla. Se trata de un falseamiento radical y naturalista de la religión católica.

Entonces, ¿qué haremos? Monseñor Lefebvre reaccionó contra esta falsa religión. Él dijo: pri­mero proveeré de verdaderos sacerdotes con los que formaré una élite de católicos, y con esta élite llevaremos a cabo una acción política pública dentro del Estado a través de nuevas instituciones públicas cristianas.



VI. LA REALIZACIÓN DEL PROGRAMA

Ya llegamos a la esta parte, que concierne a la obra de la Fraternidad y que ustedes tienen que en­tender bien. Primeramente, ¿quiénes son los sacerdotes que nosotros les damos?

Sacerdotes bien formados.
Antes de nada, estos sacerdotes son formados en Ecône y en los otros seminarios. Alli reciben la formación en su cabeza y en su corazón. La formación de la inteligencia se hace con Santo Tomás de Aquino, ese gran Santo que asentó los principios de la filosofía y de la teología, principios realistas que casan tan bien con la verdadera revelación divina para conformar la auténtica teología católica. Formación también de los corazones, es decir, de la voluntad; formación viril y no sentimental, adaptada a la juventud actual, la cual se siente frecuentemente desmotivada, desequilibrada, falta de esta formación viril y sólida del carácter.


+ BERNARD TISSIER DE MALLERAIS



(Sermón pronunciado el 10 de octubre de 2004 en Moulin-du-Pin, Francia)

Notas:
(1)
Hay formas y formas de combatir contra los paganos y contra sus leyes. No se trata realmente de un combate militar, sino de un combate religioso, fundamentado en la acción de los sacerdotes. Judas Macabeo lo recuerda explícitamente: “... la victoria en la lucha no dependerá del gran número de combatientes, sino que la fuerza nos vendrá del Cielo”. Monseñor Tissier predica este sermón para hacernos comprender la naturaleza y el fin de este combate.

(2)Seria exagerado pensar que combatiendo en el mundo, los laicos fueran independientes de los sacerdotes con obje­to de llevar a cabo una tarea de distinta naturaleza y que les sería propia. Monseñor Tissier de Mallerais va a mos­trar, al contrario, que el programa de Monseñor Lefebvre sitúa a los sacerdotes a la cabeza de los laicos para realizar una tarea común y única, que todos realizan conjuntamente, cada uno en su sitio. Pongamos atención a comprender bien la naturaleza de esta tarea. En su sencillez podría escapársenos y estaríamos tentados de inventar cualquier cosa más a nuestro gusto y, por tanto, muy humana.

(3) Monseñor Tissier de Mallerais retoma aquí el análisis del programa revolucionario que el R.P. Le Floch, director del Seminario Francés de Roma, donde fue formado Monseñor Marcel Lefebvre, había denunciado con admirable clarividencia desde el año 1925.


¿COMULGAR SIN CONFESARSE?


"Recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la comunión sin estar perdonados por la confesión sacramental es un pecado gravísimo que se llama sacrilegio"





San Pablo, divinamente inspirado, que quien comulga en pecado mortal "come y bebe su propia condenación"………

De ahí la necesidad que nuestra alma esté limpia de todo pecado mortal para que
pueda Cristo ser recibido por nosotros. De ahí la necesidad -también- de la
confesión sacramental para todo aquel que se sepa en pecado grave. Recibir el
Cuerpo y la Sangre de Cristo en la comunión sin estar perdonados por la
confesión sacramental es un pecado gravísimo que se llama sacrilegio. Todo aquél
que está en pecado grave, todo aquél que no esté en gracia santificante - misma que se obtiene por la absolución personal en el sacramento de la confesión-,
todo aquél que viva en ese estado y no se confiese o se confiese mal (sin verdadero arrepentimiento e intención de evitar el pecado; es decir sin contrición y propósito de enmienda) y comulga sacramentalmente está "comiendo y bebiendo su propia condenación", según la Palabra de Dios.

Quienes no creen o no obedecen la moral que la Iglesia enseña, quienes no desean
seguir las normas morales que Dios exige y el magisterio custodia, no deben -por ninguna excusa- acercarse a recibir la Sagrada Eucaristía.

Luego, es fundamental estar en gracia santificante para comulgar. ¡Qué importante es que vivamos en gracia y que importante es que comulguemos con frecuencia! Pero que importante es, también, hacerlo con las debidas condiciones y con el amor necesario a Dios, estando conscientes que, precisamente, estamos recibiendo a Dios mismo presente en la hostia consagrada. Recibamos a nuestro Creador y Redentor, recibámoslo como lo que es: Nuestro Dios y Salvador, nuestro Rey y Señor.

Qué tristeza es ver que muchos viven conforme al mundo y de manera contraria a
la Ley de Dios, y sin cambiar de actitudes ni confesarse van a recibir a Dios vivo presente en la hostia sin el menor discernimiento de lo que hacen, sólo por el que dirán los demás y sin pensar en lo que Dios sí dice de esto. Es el lamentable "modernismo" que los ha impregnado, es la inconsciencia de lo que es recibir a Dios, es el permanecer en sus errores y en su vida de pecado, creyendo en un falso dios bonachón hecho a su gusto, medida y conveniencia.------------------------------------------------------
Y que tristeza es ver que muchos sacerdotes "modernistas" no enseñan ya esta
doctrina católica y con su silencio son cómplices del sacrilegio. Hay en ello
mucha culpabilidad y Dios les pedirá cuentas. Algunos fieles tendrán el
atenuante de su ignorancia (cuando ésta no sea culpable), mismo que no se
presenta en los sacerdotes que, como tales, están bien instruídos y callan por
contemporizar con el mundo o por una fe débil o por poco celo pastoral y exiguo
amor a las ovejas que les han sido encomendadas.

Urge, hoy, que los pastores vuelvan a hablar y enseñar esta doctrina tan olvidada por muchos o desconocida -incluso- de las nuevas generaciones. Si es tan común que nadie la cumpla, ¿les costaría mucho esfuerzo que nos la recordaran -aunque sea brevemente- durante cada celebración litúrgica?

Resulta contrastante ver tantos comulgantes y vacíos los confesionarios. ¿En verdad todos ellos estarán en gracia y no requerirán confesarse? Sin intentar penetrar en la conciencia de alguien en particular, las matemáticas parece que no cuadran y nos indican la tremenda realidad y el significado de este hecho. ¿O será realmente que alguien pueda vivir años y años sin el menor pecado mortal? Ciertamente puede ser el caso de algunas almas buenas. ¿Cuántas serán? Sólo Dios lo sabe. Si así fuera la situación de algunos, deben recordar, también, que existe el mandamiento de la confesión anual.

¿Pero, realmente, la mayoría que lleva meses y meses o años y años sin confesarse, tiene limpia la conciencia de cualquier pecado grave como para saberse en gracia santificante y poder recibir a Cristo vivo y realmente presente en la Eucaristía?

¿Y no contribuirán a este mal -de la comunión sin confesión- aquellos sacerdotes que ya no están disponibles habitualmente en el confesionario?

Por parte de muchos sacerdotes: Omisión de enseñar esta doctrina y poco o nulo tiempo en el confesionario. Por parte de muchísimos fieles: Poca instrucción que genera -en muchos casos- una ignorancia culpable.

En otros, un descuido irredento por los asuntos de Dios y un vivir de acuerdo a las máximas del mundo, adecuando la moral y las enseñanzas de Dios y de la
Iglesia a sus propios caprichos y criterios personales. Todo ello, lleva a la sacrílega comunión en pecado grave y sin confesión sacramental que los hace comer y beber su propia condenación. En ambos casos, una multitud que comulga y los confesionarios....¡vacíos!.


San Pío X

"porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas" (Enciclica Notre Charge Apostolique)