domingo, 24 de agosto de 2008

LA VERDADERA IGLESIA DE JESUCRISTO

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA VERDADERA IGLESIA DE CRISTO

UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA



La Iglesia Católica es la sociedad de los fieles cuya cabeza es el Papa.

Para pertenecer a la Iglesia Católica es necesario:
1º-Estar bautizado
2º-Creer todas las verdades de la fe
3º-Reconocer al Papa como cabeza de la Iglesia
4°-No estar excomulgado.
No pertenecen a la Iglesia Católica: Los infieles, herejes, cismáticos, apostatas y excomulgados
Infiel es el que no está bautizado.
Hereje es el cristiano que niega con pertinacia alguna verdad de la fe.
Cismático es el cristiano que no reconoce al Papa como cabeza de la Iglesia.
Apóstata es el que niega con acto externo la fe católica que antes profesaba.
Excomulgado es el cristiano que ha sido privado por la Iglesia de los bienes espirituales comunes a todos los fieles.
El pecado, si por él no se incurre en la excomunión, no impide el pertenecer a la Iglesia.

La verdadera Iglesia de Jesucristo
La verdadera Iglesia militante de Jesucristo es la Iglesia Católica. La Iglesia Católica se llama también Romana, porque el Jefe de ella es el Sumo Pontífice de Roma. Las notas o señales por las cuales se reconoce la verdadera Iglesia militante de Jesucristo son: una, santa, católica y apostólica.
Una: porque Jesucristo fundó una sola.

Santa
: porque Jesucristo es Santo y la fundó para santificarnos.

Católica
: la palabra católica significa universal; Jesucristo fundó su Iglesia para todos los hombres hasta el fin del mundo.
La Iglesia Católica es una: porque siempre ha tenido y tiene en todas partes una misma fe, unos mismos sacramentos y una misma cabeza. Es santa: porque su cabeza, Jesucristo, es el Santo de los santos, sus sacramentos son santos, su doctrina es santa y hace santos a los que la practican. Digan sus enemigos, si hay en la doctrina católica algo que no dirija al hombre hacia Dios, fuente de toda santidad. La religión católica prescribe una pureza de costumbres admirables. Esta es la principal causa porque es tan odiada por los malos.

Sólo la religión católica tiene santos, esto es, personas de virtudes tan extraordinarias que el mismo Dios da testimonio de ellas con hechos sobrenaturales. Nada prueba contra la santidad de la Iglesia que haya católicos, y aún ministros del altar, que observen mala conducta. La Santa Iglesia católica condena la mala conducta de toda persona, sea quien fuere. El que es malo, lo es precisamente porque no cumple con lo que prescribe la santa Iglesia Católica. Es católica por razón de la doctrina, del tiempo y del lugar.

Por razón de la doctrina. La doctrina de la Iglesia Católica ha sido siempre la misma, sin cambio alguno. Al declarar la Iglesia que una verdad es de fe, no establece una nueva doctrina; solamente obliga en conciencia a creer aquella verdad, como revelada por Dios. En materia de disciplina la Iglesia puede cambiar sus leyes según las exigencias de los tiempos y lugares.
Por razón del tiempo. La Iglesia Católica existe desde que la fundó Jesucristo. El fundador de la Iglesia Católica es Jesucristo; si hubiera sido otro, sabríamos quién fue. Las demás religiones, que se llaman cristianas, cuentan su existencia desde varios años y aún siglos después de Jesucristo. Sabemos quiénes fueron los fundadores de esas religiones; casi todos fueron católicos que se rebelaron contra la Santa Madre Iglesia.
El protestantismo empezó a existir quince siglos después de N. S. Jesucristo. Afirmar que el rotestantismo es la verdadera religión cristiana es admitir que la verdadera religión cristiana empezó a existir 1500 años después de N. S. Jesucristo. Los mismos fundadores del protestantismo fueron católicos y después protestantes. El protestantismo no fue, pues, fundado por N. S. Jesucristo, y por consiguiente, no es la verdadera religión cristiana.

Por razón de los lugares.
La Iglesia católica es para todos los hombres y está extendida en toda la tierra..La catolicidad es tan propia de la Iglesia Romana, que en todas partes es llamada católica, y católicos son llamados sus hijos

Es apostólica, porque viene de los apóstoles y tiene la misma doctrina que ellos enseñaron.

Artículo publicado en la Revista Latin Mass 1983

lunes, 18 de agosto de 2008

EL PROGRAMA CATÓLICO


EL PROGRAMA DE LA RESTAURACION CATÓLICA


EL PROGRAMA DE MONSEÑOR LEFEBVRE FRENTE AL DE LA REVOLUCIÓN




Queridos fieles, no voy a comentarles el Evangelio de hoy, sino que me detendré un poquito en temas fundamentales.


El Coro ha entonado el Introito en el que Dios nos dice: “Yo soy la salvación del pueblo, [es decir, la salvación de la Iglesia], en su tribulación ellos me pedirán auxilio y Yo los escucharé, y seré su Señor para siempre” . Y en la Colecta de este domingo nos dice: “Elevarán a Mí sus oraciones y me darán culto sin traba alguna”.

Estas palabras me parecen muy adecuadas a la situación de la Iglesia, en que los cristianos claman al Señor: “Pero, Señor, ¿qué haces?” Ellos piden, en su tribulación, el socorro del Señor. El Señor responde: “Yo iré en su auxilio, los escucharé y seré su Señor para siempre” .

Esta tribulación es la crisis de la Iglesia, es la Iglesia infectada por un veneno de error, tal como enseñaba San Pío X en su encíclica “Pascendi”; error que se halla en las entrañas mismas, hasta en las venas, de la Iglesia. Por esto, los cristianos claman al Señor en auxilio.

Cuando observan la Iglesia ocupada, el santuario devastado, los altares cambiados y profanados, las familias dispersas o aniquiladas, cristianos que ya no se casan y viven como paganos, ante esto, ¿qué dicen los auténticos cristianos? Piden socorro. Cuando ven también la vida religiosa destruida y el sacerdocio profanado, extinguido o en vías de extinción, ellos dicen: “¿Qué haremos, Señor?, ¡socórrenos!”
Esto es lo que hicimos hace ahora treinta años y Dios, en su misericordia, nos envió el auxilio, la salvación. “¡Yo os libraré!” Él hizo dos cosas. Primero nos dijo:
“Yo os daré un jefe, y vosotros lo seguiréis y combatiréis tras él” . Un jefe providencial, nuestro venerado Monseñor Lefebvre. Luego,
Dios dijo:
“Combatiréis con él, bajo su dirección, y reconstruiréis las cosas como estaban anteriormente, antes de la revolución conciliar” .

“Para empezar, Yo os daré un jefe que podréis identificar fácilmente y, a continuación, con él reconstruiréis lo que se había demolido” . ¿No es maravilloso lo que Dios ha hecho por nosotros? Se trata de nuestra historia, queridos fieles; vuestra historia, mis queridos niños, la de vuestros padres y abuelos, que han luchado y han reconocido a ese Obispo que Dios les daba, Monseñor Lefebvre, para reconstruirlo todo.

Veamos primero, si ustedes quieren, un ejemplo histórico de la Sagrada Escritura; luego, haremos su aplicación práctica a nuestro tiempo.


I. UN EJEMPLO HISTÓRICO

En el Antiguo Testamento, los Macabeos, frente a la destrucción del Templo por los paganos griegos que habían conquistado Jerusalén y asolado el Templo, reconstruyeron las cosas (I Macabeos, 4, 36).

Los Macabeos eran los auténticos judíos, es decir, los verdaderos cristianos de aquel tiempo, que se habían unido para combatir y resistir al paganismo. Suben a la montaña de Sión y ¿qué ven? El Templo, sí, el Templo de Dios con el santuario desierto, el altar profanado, las puertas arrancadas, los patios interiores los claustros, la vida religiosa, díriamos nosotros- donde brotan los cardos, las espinas y los matojos; los candelabros caídos, la lámpara del santuario extinguida. Ven el lamentable estado de la Iglesia en aquel tiempo. Entonces, Judas Macabeo, uno de ellos, toma decisiones. En primer lugar, dice que los laicos combatirán contra los paganos, mientras que nosotros, los sacerdotes, reconstruiremos el Templo. ¡Cada uno en su sitio! Los laicos combatirán en la ciudad contra los paganos y contra sus leyes paganas (1); nosotros, los sacerdotes, reconstruiremos el santuario. La Biblia narra, entonces, lo que los sacerdotes del Antiguo Testamento hicieron en el Templo de Jerusalén: "Escogieron sacerdotes sin mancha para purificar el Templo y levantar el altar”. Son palabras de la Sagrada Escritura.

Sacerdotes sin mancha, es decir, un sacerdocio auténtico, para purificar el Templo y el altar. ¡Qué ejemplo! Pero, observemos el trabajo de esos sacerdotes sin mancha, de ese sacerdocio renovado, restaurado en su integridad, en el Antiguo Testamento: ¿Qué hicieron? “ Tomaron pie­dras y construyeron un altar nuevo siguiendo el modelo del que había existido anteriormente, antes de la devastación”. ¿No nos dice esto nada? ¡Son palabras extraordinarias, proféticas! A continuación, restablecieron el santuario, le devolvieron sus vasos sagrados, purificaron los patios interiores -los claustros-, colocaron los candelabros, rehicieron el altar del incienso y quema­ron incienso sobre él; encendieron los cirios; nosotros diríamos que la lámpara del santuario lució de nuevo. A continuación, depositaron los panes de la proposición -que prefiguraban la Eucaristía-, colgaron los velos y completaron la tarea emprendida tal y como Dios la quena. Restablecieron completamente el culto auténtico y verdadero.

Así fue la resurrección del verdadero culto bajo los Macabeos, para restablecer el culto ver­daderamente agradable a Dios y restaurar el altar del sacrificio. ¿No resulta una profecía acerca de lo que ocurriría un día en la Iglesia?


II: MONSEÑOR LEFEBVRE, NUEVO JUDAS MACABEO



Llego a la segunda parte, a nuestra pequeña tarea, tarea de restauración también, gracias a ese nuevo Judas Macabeo suscitado por Dios, Marcel Lefebvre.

Lo acaecido en el pasado, auténtica profecía en acción, es al mismo tiempo un suceso de actualidad, lo que muestra que ante una sociedad secularizada de la cual se a desterrado a Cristo Rey, Dios prepara, desde hace ucho tiempo, a este Obispo, Monseñor Lefebvre, para dárselo a la Iglesia en el momento previsto, ante las súplicas de los católicos fieles, pero no a él solo, sino on otros sacerdotes valientes y esforzados, suscitados también por Dios, como eI Padre Coache, el Reverendo Padre André, y tantos otros. Y entonces, este Obispo y estos sacerdotes decidieron que los laicos combatirían en la ciudad, mientras que los sacerdotes combatirían en la Iglesia. Es sencillo: ¡cada uno en su sitio! (2) ¿y qué van a hacer esos sacerdotes y laicos? El programa que Monseñor Lefebvre va a darles es el opuesto al programa de la Revolución. Para comprender el programa católico, expongamos en primer lugar el programa revolucionario, el programa liberal.


III: EL PROGRAMA LIBERAL Y REVOLUCIONARIO

¿Cuál es ese programa? ¡Ustedes tienen que conocerlo! Se asienta en tres puntos (3).

Primer punto, excluir el gobierno de Cristo Rey: que no se hable más de Jesucristo en el Estado, que se retiren las cruces de los colegios y de los hospitales, que no haya más signos católicos. ¡Secularización, laicismo!

Segundo punto: a favor de esta secularización, supresión de la Misa. Lo hicieron en el Concilio con la nueva misa, misa secularizada. Y todo ello,

tercer punto, con el fin de borrar la vida sobrenatural en las almas, arrancárselas para convertirlas en almas naturales, profanas, laicas. He aquí el programa liberal, el de la Revolución. ¡Ustedes no lo encontrarán en los libros! Monseñor Lefebvre va a tomar ese programa y lo va a dar vuelta, para hacer su programa católico de reconstrucción sobre tres puntos.


Primer punto:
devolver la verdadera Misa a los católicos, la renovación incruenta de la Cruz so­bre el altar. Misterio, pero fructuosa realidad para nuestras almas, fuente de agua viva. Batirse por devolver a nuestras almas la verdadera Misa, por razones doctrinales y no solamente sentimentales. No se trata de preferencias, ella es la Misa católica que expresa el dogma católico y no nos hace, como es el caso de la nueva misa, torcer la cara o actuar en contra de la verdad y contradecir los prin­cipios. Como todo fluye de la Misa, devolver la verdadera Misa constituía el primer punto del pro­grama de Monseñor Lefebvre y, para ello, por supuesto, proveer de sacerdotes y hacer seminarios.


Segundo punto:
con esta verdadera Misa, reconstituir una élite católica, una élite de fieles cató­licos y, por tanto, de familias católicas, de instituciones cristianas, de escuelas católicas.


Tercer punto:
con esta élite católica, devolver a Nuestro Señor su corona, su reinado social. Como ven, Monseñor Lefebvre tomó el programa liberal y lo enderezó como debe ser. En primer lugar, la Misa, de ahí una élite católica viviendo de la Gracia, es decir, en estado de gracia, pues mu­chos cristianos, hoy en día, ya no viven en estado de gracia sino en pecado mortal; y, en tercer lugar, con esta élite devolver su corona a Cristo Rey.

He ahí lo que Monseñor Lefebvre predicó e hizo; cumplimiento de la profecía de Judas Macabeo.


IV. ¿DE QUÉ SE TRATA? LA MISA Y LA REDENCIÓN

En el centro de todo está el altar, la Misa, el rescate, la Redención, misterio que se repite y renue­va sobre el altar. ¿Pensamos nosotros en ello?, ¿reflexionamos?, ¿qué es la Redención? No basta con sostener que se cree en tres misterios: la Trinidad, la Encarnación y la Redención. No es suficiente, ¡hay que comprender las cosas! Propongámonos penetrar un poco esos misterios y meditarlos.

¿Qué es la Redención? Para los modernistas consiste en ser conscientes de la dignidad de la per­sona humana, gracias al Padre celestial que ha entregado a su Hijo a la muerte por amor y respeto ha­cia la dignidad humana. Esto es lo que encontramos en el nuevo catecismo, en el lenguaje de los Obispos y del Papa actual. Es la nueva religión. ¿Podemos aceptar nosotros tal cosa? ¿Podemos de­cir que Dios Padre entrega a su Hijo a la muerte para demostrar al hombre que Dios estima la dignidad de la persona humana, para hacernos tomar conciencia de nuestra
dignidad humana, y punto final? Ustedes pueden ver que se trata de una religión naturalista, profanada, completamente falseada. La verdad, por el contrario, es que Jesucristo se entregó en la Cruz voluntariamente, por amor a no sotros, obedeciendo a su Padre ciertamente, pero para ofrecer una satisfacción a su Padre, una repa­ración a causa de nuestros pecados y por nuestro pecados. No se trata de la estima que Dios tiene por la dignidad humana, ¡se trata del pecado! El pecado es la razón por la que Dios Hijo se ofrece a sí mismo como sacrificio a su Padre; sacrificio infinitamente agradable ya que es ofrecido por la Per­sona divina del Hijo de Dios hecho hombre por la Encarnación. Así pues, penetramos un poco en el misterio de la Encarnación y comenzamos a comprenderlo un poco, aunque permanezcamos en las sombras de la fe.

Comprendemos que se trata de una obra de reparación, de justicia debida a Dios a causa del pe­cado. Jesús restablece la perfecta justicia debida a su Padre, restablece el orden por su sacrificio y, de este modo, devuelve las almas a Dios y las reconcilia con Dios mediante su sacrificio sufriente por ellas; además, Él nos invita a unir nuestros sufrimientos y sacrificios al suyo. ¡Hagamos el esfuerzo de no olvidar esto! Cristo no lo ha hecho todo, es necesario que nosotros
participemos también. Nos acercamos a la Misa para recibir el fruto de sus méritos en la Cruz y para unir nuestras pequeñas sa­tisfacciones y sacrificios al suyo. ¡He aquí nuestra religión católica! Es completamente diferente de esa nueva religión intelectualista en la que el Padre entrega al Hijo para hacernos tomar conciencia de nuestra dignidad. ¡Es increíble e inaceptable!

V. LA RELIGIÓN MODERNISTA: UNA RELIGIÓN GNÓSTICA

Ya lo he dicho varias veces, esta nueva religión es una gnosis: ¿Qué es una gnosis? Una religión que se pretende más etérea, superior, dejando la religión católica al vulgo. La religión católica sería, por tanto, buena para los simples fieles, siendo los modernistas los poseedores de una concepción más etérea y elevada de la religión: ¡la dignidad humana! Y esto sin,esfuerzo, sin sacrificio, sin penitencia, porque no hay pecado y sin pecado no hay necesidad de reparación. Así es la nueva religión, gnóstica e intelectualista. ¡Nosotros no la queremos! Al contrario, la denunciamos y la rechazamos. En esto consiste nuestro combate, pues en esto radica el error actual. No se trata solamente del libe­ralismo, del socialismo, del modernismo; esta gnosis es el error actual y, precisamente por ello, es ne­cesario denunciarla. Se trata de un falseamiento radical y naturalista de la religión católica.

Entonces, ¿qué haremos? Monseñor Lefebvre reaccionó contra esta falsa religión. Él dijo: pri­mero proveeré de verdaderos sacerdotes con los que formaré una élite de católicos, y con esta élite llevaremos a cabo una acción política pública dentro del Estado a través de nuevas instituciones públicas cristianas.



VI. LA REALIZACIÓN DEL PROGRAMA

Ya llegamos a la esta parte, que concierne a la obra de la Fraternidad y que ustedes tienen que en­tender bien. Primeramente, ¿quiénes son los sacerdotes que nosotros les damos?

Sacerdotes bien formados.
Antes de nada, estos sacerdotes son formados en Ecône y en los otros seminarios. Alli reciben la formación en su cabeza y en su corazón. La formación de la inteligencia se hace con Santo Tomás de Aquino, ese gran Santo que asentó los principios de la filosofía y de la teología, principios realistas que casan tan bien con la verdadera revelación divina para conformar la auténtica teología católica. Formación también de los corazones, es decir, de la voluntad; formación viril y no sentimental, adaptada a la juventud actual, la cual se siente frecuentemente desmotivada, desequilibrada, falta de esta formación viril y sólida del carácter.


+ BERNARD TISSIER DE MALLERAIS



(Sermón pronunciado el 10 de octubre de 2004 en Moulin-du-Pin, Francia)

Notas:
(1)
Hay formas y formas de combatir contra los paganos y contra sus leyes. No se trata realmente de un combate militar, sino de un combate religioso, fundamentado en la acción de los sacerdotes. Judas Macabeo lo recuerda explícitamente: “... la victoria en la lucha no dependerá del gran número de combatientes, sino que la fuerza nos vendrá del Cielo”. Monseñor Tissier predica este sermón para hacernos comprender la naturaleza y el fin de este combate.

(2)Seria exagerado pensar que combatiendo en el mundo, los laicos fueran independientes de los sacerdotes con obje­to de llevar a cabo una tarea de distinta naturaleza y que les sería propia. Monseñor Tissier de Mallerais va a mos­trar, al contrario, que el programa de Monseñor Lefebvre sitúa a los sacerdotes a la cabeza de los laicos para realizar una tarea común y única, que todos realizan conjuntamente, cada uno en su sitio. Pongamos atención a comprender bien la naturaleza de esta tarea. En su sencillez podría escapársenos y estaríamos tentados de inventar cualquier cosa más a nuestro gusto y, por tanto, muy humana.

(3) Monseñor Tissier de Mallerais retoma aquí el análisis del programa revolucionario que el R.P. Le Floch, director del Seminario Francés de Roma, donde fue formado Monseñor Marcel Lefebvre, había denunciado con admirable clarividencia desde el año 1925.


¿COMULGAR SIN CONFESARSE?


"Recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la comunión sin estar perdonados por la confesión sacramental es un pecado gravísimo que se llama sacrilegio"





San Pablo, divinamente inspirado, que quien comulga en pecado mortal "come y bebe su propia condenación"………

De ahí la necesidad que nuestra alma esté limpia de todo pecado mortal para que
pueda Cristo ser recibido por nosotros. De ahí la necesidad -también- de la
confesión sacramental para todo aquel que se sepa en pecado grave. Recibir el
Cuerpo y la Sangre de Cristo en la comunión sin estar perdonados por la
confesión sacramental es un pecado gravísimo que se llama sacrilegio. Todo aquél
que está en pecado grave, todo aquél que no esté en gracia santificante - misma que se obtiene por la absolución personal en el sacramento de la confesión-,
todo aquél que viva en ese estado y no se confiese o se confiese mal (sin verdadero arrepentimiento e intención de evitar el pecado; es decir sin contrición y propósito de enmienda) y comulga sacramentalmente está "comiendo y bebiendo su propia condenación", según la Palabra de Dios.

Quienes no creen o no obedecen la moral que la Iglesia enseña, quienes no desean
seguir las normas morales que Dios exige y el magisterio custodia, no deben -por ninguna excusa- acercarse a recibir la Sagrada Eucaristía.

Luego, es fundamental estar en gracia santificante para comulgar. ¡Qué importante es que vivamos en gracia y que importante es que comulguemos con frecuencia! Pero que importante es, también, hacerlo con las debidas condiciones y con el amor necesario a Dios, estando conscientes que, precisamente, estamos recibiendo a Dios mismo presente en la hostia consagrada. Recibamos a nuestro Creador y Redentor, recibámoslo como lo que es: Nuestro Dios y Salvador, nuestro Rey y Señor.

Qué tristeza es ver que muchos viven conforme al mundo y de manera contraria a
la Ley de Dios, y sin cambiar de actitudes ni confesarse van a recibir a Dios vivo presente en la hostia sin el menor discernimiento de lo que hacen, sólo por el que dirán los demás y sin pensar en lo que Dios sí dice de esto. Es el lamentable "modernismo" que los ha impregnado, es la inconsciencia de lo que es recibir a Dios, es el permanecer en sus errores y en su vida de pecado, creyendo en un falso dios bonachón hecho a su gusto, medida y conveniencia.------------------------------------------------------
Y que tristeza es ver que muchos sacerdotes "modernistas" no enseñan ya esta
doctrina católica y con su silencio son cómplices del sacrilegio. Hay en ello
mucha culpabilidad y Dios les pedirá cuentas. Algunos fieles tendrán el
atenuante de su ignorancia (cuando ésta no sea culpable), mismo que no se
presenta en los sacerdotes que, como tales, están bien instruídos y callan por
contemporizar con el mundo o por una fe débil o por poco celo pastoral y exiguo
amor a las ovejas que les han sido encomendadas.

Urge, hoy, que los pastores vuelvan a hablar y enseñar esta doctrina tan olvidada por muchos o desconocida -incluso- de las nuevas generaciones. Si es tan común que nadie la cumpla, ¿les costaría mucho esfuerzo que nos la recordaran -aunque sea brevemente- durante cada celebración litúrgica?

Resulta contrastante ver tantos comulgantes y vacíos los confesionarios. ¿En verdad todos ellos estarán en gracia y no requerirán confesarse? Sin intentar penetrar en la conciencia de alguien en particular, las matemáticas parece que no cuadran y nos indican la tremenda realidad y el significado de este hecho. ¿O será realmente que alguien pueda vivir años y años sin el menor pecado mortal? Ciertamente puede ser el caso de algunas almas buenas. ¿Cuántas serán? Sólo Dios lo sabe. Si así fuera la situación de algunos, deben recordar, también, que existe el mandamiento de la confesión anual.

¿Pero, realmente, la mayoría que lleva meses y meses o años y años sin confesarse, tiene limpia la conciencia de cualquier pecado grave como para saberse en gracia santificante y poder recibir a Cristo vivo y realmente presente en la Eucaristía?

¿Y no contribuirán a este mal -de la comunión sin confesión- aquellos sacerdotes que ya no están disponibles habitualmente en el confesionario?

Por parte de muchos sacerdotes: Omisión de enseñar esta doctrina y poco o nulo tiempo en el confesionario. Por parte de muchísimos fieles: Poca instrucción que genera -en muchos casos- una ignorancia culpable.

En otros, un descuido irredento por los asuntos de Dios y un vivir de acuerdo a las máximas del mundo, adecuando la moral y las enseñanzas de Dios y de la
Iglesia a sus propios caprichos y criterios personales. Todo ello, lleva a la sacrílega comunión en pecado grave y sin confesión sacramental que los hace comer y beber su propia condenación. En ambos casos, una multitud que comulga y los confesionarios....¡vacíos!.


viernes, 25 de julio de 2008

RESPUESTAS A PREGUNTAS RECURRENTES RELATIVAS

RESPUESTAS A PREGUNTAS FRECUENTES
RELATIVAS A LA
FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X


¿Es verdad lo del “cisma”? ¿Estamos excomulgados?
¿Rechazamos el Concilio Vaticano II?
¿Podemos invocar el Motu Proprio del Papa Benedicto XVI?
Estas son las preguntas que se nos plantean de modo recurrente y a las cuales deseamos responder a través de este documento



¿Es verdad que la “Fraternidad San Pío X” ha nacido en razón del cisma ocurrido en 1988 entre Mons. Lefebvre y la Santa Sede?

La Fraternidad San Pío X ha sido fundada en 1970 y sus estatutos fueron aprobados el 1º de noviembre de ese mismo año por Monseñor Charrière, Obispo de Friburgo (Suiza). Al igual que toda otra congregación, la Fraternidad San Pío X ha nacido como congregación de derecho diocesano. Su fundación no data de 1988 y no está ligada a ninguna sospecha de ilegalidad. En virtud de su presencia en los cinco continentes, hoy debería gozar del rango de congregación de derecho pontificio, lo cual no es el caso. Ese es uno de los temas de las conversaciones con Roma desde el año 2001.

¿Reconocen ustedes al Papa?

Nosotros siempre hemos reconocido al Papa, desde Pablo VI hasta Benedicto XVI. El hecho de plantear objeciones sobre ciertos puntos vinculados a la enseñanza de siempre de la Iglesia no implica un rechazo de su autoridad o de su función pontificia; porque en ese caso habría que afirmar que una buena parte del episcopado francés y alemán sería cismática por no compartir la visión de las cosas que tiene el Papa.

¿Acaso algunos Obispos franceses no fueron a Roma para oponerse a la voluntad del Papa Benedicto XVI de reconocer la Misa tradicional? ¿Acaso algunos Obispos de Alemania no publicaron un documento justificando que los divorciados vueltos a casar pudiesen comulgar, y ello contra la voluntad del Papa?

El Papa Juan Pablo II pidió a los sacerdotes y religiosos que volviesen a vestir el hábito eclesiástico y no fue oído. Podríamos citar muchos otros casos de desobediencia de hecho que, con todo, no implican un rechazo de la función pontificia.Un cisma consiste en rechazar la autoridad del Papa y crear su propia Igleisa. Ese no es nuestro caso. Nuestros sacerdotes mencionan al Papa en el canon de la Misa que celebran día a día, lo mismo que el del obispo en cuya diócesis residen. Rezamos públicamente por el Papa cada vez que se expone el Santísimo Sacramento. Por lo demás, los miembros de la Fraternidad San Pío X que no reconocen públicamente a Benedicto XVI (y a sus predecesores) como Papa son excluidos de la congregación.

¿Por qué, entonces, se dice que ustedes son cismáticos?

Es una calumnia en boca de quienes no nos quieren. Sin embargo, carece de fundamento y es contradicha por los hechos ya que nosotros no hemos inventado una Iglesia paralela. Ademas, Roma así lo admite y no nos acusa de ser cismáticos. Lo único que explica aquella afirmación es el desconocimiento de todo lo que envuelve nuestra cuestión.

Así, pues, todo está en orden… ¡Pero Uds fueron excomulgados!

Excomunión no es sinónimo de cisma. Son términos jurídicos precisos que no deben ser confundidos. Cismático es quien rechaza la autoridad y la función pontificia. Excomulgado es quien recibe una reprimenda por haber infringido una regla importante del derecho canónico.

El Papa Juan Pablo II no recurrió al a excomunión más que una vez en toda su vida: en 1988, en relación a Monseñor Lefebvre, Monseñor de Castro Mayer y los cuatro Obispos consagrados. Por tanto, seis son las personas que han sido excomulgadas.

En cambio, ni los sacerdotes ni los fieles lo están.Es claro que uno podría cuestionarse acerca de la conveniencia de emplear esta medida represiva, considerando que desde hace treinta años algunos Obispos y sacerdotes enseñan verdaderas herejías en la Iglesia, y se permiten cosas que en ocasiones son contrarias a la fe, y todo eso sin que jamás se les haya dicho nada…

¿Cree Ud. que la excomunión de los seis Obispos es injusta?

Reparemos en lo que dice el derecho canónico: la excomunión de un obispo que consagrase otro obispo sin mandato apostólico es una medida relativamente reciente en la historia de la Iglesia. Data de época de Pío XII (1938-1959). Debido a la creación de la “Iglesia Patriótica China”, bajo la égida del gobierno comunista, el Papa Pío XII quiso poner un coto para evitar la creación de otras Iglesias nacionales. Eso explica el carácter de medida represiva grave. Esa es la intención del legislador y el espíritu de esta ley.

Ahora bien, en el caso de Monseñor Lefebvre, jamás se le pasó por la mente crear una Iglesia paralela. No consagró cuatro Obispos sino para preservar el sacerdocio y la Misa tradicional, adelantándose en eso a la voluntad del Papa, que acaba de reconocer su plena legitimidad y su necesidad para fecundar —en su perspectiva— el nuevo rito.

En 1988, dada la hostilidad de que era objeto la Fraternidad San Pío X, no había ningún obispo dispuesto a ordenar los 250 seminaristas que se preparaban al sacerdocio en los seis seminarios de la congregación. Los Obispos de la Fraternidad no tienen jurisdicción; se limitan a administrar los sacramentos: ese es el límite de su misión canónica.

Obedecen al Superior General, el cual es elegido de manera regular y conforme a los estatutos de la congregación oficialmente aprobados por la Iglesia. Esta ausencia de voluntad cismática de que ha dado pruebas la Fraternidad San Pío X a lo largo de veinte años ha sido reconocida por Roma, que hoy mismo está discutiendo la posibilidad de levantar las excomuniones.

Monseñor Bouilleret, Obispo de Amiens, invoca al Padre Jean-Paul Durand, el cual parece decir que Uds. son cismáticos. El Padre Durand es una voz “autorisée”. ¿Qué dice Ud.?

Bien se dice que el Padre Durand “parece decir”, porque la cita de Monseñor Bouilleret es incompleta y casi incomprensible. Sin embargo, vista en conjunto, parece decir que somos cismáticos. El Padre Durand es consultor del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos. Uno podría oponerle otras afirmaciones hechas por personas más autorizadas que él, es decir, que detentan otros cargos de mayor responsabilidad. Así, a título de ejemplo: • En una entrevista dada al diario italiano “30 Giorni” en septiembre de 2005, el Cardenal Castrillón Hoyos, entonces Prefecto de la Congregación para el Clero (y hoy Presidente de la Comisión Ecclesia Dei) afirmó que “Monseñor Lefebvre persistió en su voluntad de consagrar obispos y eso ha creado consecuentemente una situación de apartamiento, no obstante lo cual no se trata formalmente de un cisma”.

El 13 de noviembre del mismo año y en la televisión italiana TV Canal 5, agregaba que “no estamos ante una herejía. No se puede decir en términos correctos, exactos y precisos que haya un cisma (…) Están dentro de la Iglesia. Sólo existe el hecho de faltar una comunión más plena y perfecta, porque esa comunión ya existe”. • El 28 de junio de 1993, el Vaticano revoca un decreto del 1 de julio de 1988 y declara que la acusación de cisma a la Fraternidad San Pío X carece de fundamento (declaración oficial nº 10311 de Monseñor Cacciavillan, Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, de parte del Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). Los hechos motivantes fueron que en los Estados Unidos unos fieles habían recurrido a uno de los Obispos consagrados por Monseñor Lefebvre para recibir la administración del sacramento de la confirmación.

El Obispo del lugar, después de una monición canónica, excomulgó a los seis fieles. Roma, por medio del Nuncio Apostólico, y a solicitud del Prefecto para la Doctrina de la Fe, anuló este decreto argumentando que no existía causal de cisma. • En una carta del 3 de mayo de 1993, el Cardenal Cassidy, Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, respondió a una consulta de la siguiente manera: “En lo que se refiere a su pregunta, deseo subrayar que el «Directorio sobre el Ecumenismo» (reglas prácticas a seguir en la materia) no concierne a la Fraternidad San Pío X.

La situación de los miembros de esta sociedad es un asunto interno de la Iglesia católica. La Fraternidad San Pío X no es otra Iglesia o una Comunidad eclesial en el sentido en que lo emplea este Dicasterio. Por supuesto, la misa y los sacramentos administrados por los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X son válidos (…)”• “El examen de las circunstancias en la que el arzobispo Lefebvre ha procedido a las consagraciones episcopales, a la luz de los cánones 1321, 1323 y 1324, plantean al menos una duda significativa, si no una certeza razonable, contra l a validez de la declaración de excomunión pronunciada por la Congregación de los Obispos”. Esa es la conclusión de una tesis de derecho canónico obtenida en 1995 en Roma (Universidad Gregoriana) por el Padre Gerald E. Murray, y que mereció la felicitación del tribunal examinador.

El Padre Gerald E. Murray no es un sacerdote de la Fraternidad San Pío X; ejerce su ministerio en la arquidiócesis de Nueva York. Podríamos continuar con esta enumeración y citar muchos otros testimonios, lo cual sería un poco tedioso… El último: a la consulta hecha por un Obispo de Gabón, acerca de si en los registros parroquiales debían asentarse los matrimonios celebrados por sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos respondió afirmativamente.



¿Puede el Papa equivocarse cuando excomulga a un miembro de la Iglesia?


La excomunión es un acto disciplinario que por naturaleza no puede estar garantizado por la infalibilidad. Que Roma pueda equivocarse teniendo un juicio errado en un caso puntual es algo que ya ha sucedido en la historia de la Iglesia. La hipótesis de Monseñor Lefebvre no es el primero. San Atanasio, Obispo de Alejandría (s. IV) y Doctor de la Iglesia, fue excomulgado cinco veces por el Papa Honorio.
Santa Teresa de Ávila, reformadora de los Carmelos y eminente mística, fue excomulgada por su Obispo… Esta discusión sobre los presuntos cisma y excomunión están hoy, año 2008, en franco retroceso. Tras veinte años Roma ha tenido tiempo de caer en la cuenta de la falsedad de las acusaciones hechas en 1988 respecto a la Fraternidad San Pío X. Hoy por hoy estamos en vísperas del levantamiento de las sanciones y del reconocimiento de que no se pueden ignorar las fuerzas vivas de la Iglesia que vertebra el movimiento tradicional.



Vayamos al Concilio. Se los acusa de rechazar el Vaticano II. ¿Qué significa eso?

No rechazamos el Concilio Vaticano II de cabo a rabo; admitimos lo que está en continuidad con el magisterio y los veinte Concilios precedentes. Es imposible admitir que la Iglesia y el magisterio renieguen del pasado.Por ejemplo, nosotros somos los que seguimos más de cerca el esquema sobre la liturgia, en el cual se recuerdan todos los elementos de la liturgia, tal el caso del latín como lengua oficial de la liturgia de la Iglesia… (1)

Los experimentos litúrgicos novadores y las fantasías del posconcilio —y de hoy en día, porque desgraciadamente esto no ha terminado— están en contradicción con el Concilio. Los Padres Conciliares nunca pensaron que, aprobando este esquema, sobrevendría el día en que, por ejemplo, las ceremonias de entierro estarían a cargo de laicos… Eso va contra el Vaticano II. Se hace decir al Vaticano II cosas que nunca fueron dichas, en nombre del famoso “espíritu del Concilio”…Por lo demás, es cierto que el concepto de revelación, tal como está formulado en “Dei Verbum”, tomado de la “nueva teología” del Padre Henri de Lubac, el concepto de libertad religiosa formulado en “Dignitatis Humanæ”, la realidad del ecumenismo practicado hoy en día, el subsistit in de “Lumen Gentium”, son novedades teológicas problemáticas.(2) Pedimos a Roma poder abordar estos problemas en el contexto de discusiones teológicas


¿Cree realmente que Uds. pueden discutir esas cosas?


Hoy por hoy todo es puesto en la picota. Cualquier teólogo que publica un estudio pone muchísimas cosas en cuestión. Desde hace cuarenta años todo es puesto en cuestión… la Misa, todos los sacramentos, las traducciones de la Biblia, la exégesis, la pastoral, la historia de la Iglesia, la predicación del Evangelio, el lugar de los sacerdotes y de los laicos, etc., etc.

Las iglesias están vacías, se vende el mobiliario eclesiástico, se destruyen o venden los ornamentos… ¿y se alza la voz porque nos permitimos señalar algunos puntos “novedosos” del Concilio que causan problemas? ¿Se tiene conciencia de la desproporción existente entre la complacencia ante todo lo que es novador, e incluso destructor de la Tradición que santificó a generaciones y generaciones de católicos, y el régimen de exclusión a que se somete a los que no se pasan a las filas de quienes se visten “con piel de lobo”?

Padre Bernard LorberEnero de 2008

NOTAS
(1) Argumento “ad hominem”.
(2) Porque están en ruptura con la tradición.
























La Señal de la Cruz

LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ
Para iniciarnos en la Fe Católica es preciso saber como persignarse, ya que la señal de la Cruz es un testimonio visible de nuestra Fe, y una consagración a la Santisima Trinidad.
En la Iglesia Católica la señal de la cruz ha sido un uso distintivo de los Cristianos creyentes en las Tres Divinas Personas en Dios y del Bautismo.

Forma de hacerlo

En la Iglesia Latina o Romana suele colocarse los dedos de diferente forma para hacer la señal de la cruz. Por ejemplo, los latinos empleamos la mano derecha, colocando los dedos índice doblado detrás del pulgar, para formar una cruz. Y los tres dedos restantes se dejan extendidos y juntos, los cuales representan a la Santísima Trinidad a la cual adoramos y encomendamos nuestras vidas.

Las
Iglesias orientales, en especial los Católicos y Ortodoxos de Rito Bizantino, juntan los dedos índice, medio y pulgar de la mano derecha (representan el Padre, el Hijo y el Espíritu de Santidad, las tres realidades del Único Dios). Los dedos anular y meñique se dobla
n (representan las dos naturalezas del Mesías: verdarero Dios y verdadero Hombre).


1- ASPECTO TEOLÓGICO DE LA SEÑAL DE LA CRUZ

En la Iglesia Latina el pulgar y el índice cruzados representan las dos naturalezas de Cristo, Humana y Divina, y nos recuerdan lo que nuestro Señor nos dice: "El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" . (Mc 8,34). También representan que Jesucristo es el principio y fin de nuestras vidas, el cual llevamos siempre en lo mas alto (en la frente) como una verdadera confesión de nuestra Fe en el Salvador.
La señal de la cruz nos da fuerza para rechazar y vencer el mal. Tenemos que hacerlo correctamente, sin apuro, respetuosamente y conscientemente del acto que significa el persignarse. En caso contrario estamos demostrando: falta de interés y negligencia al hacerlo, de esta manera sólo estamos logrando que los diablos se alegren por nuestra irreverencia.
Debemos persignarnos: al iniciar, durante y al final de una oración; al reverenciar las sagradas imagenes; al entrar y salir de la Iglesia; al besar la vivificante Cruz; también hay que hacerlo en los momentos críticos de nuestras vidas, en alegrías y pena, en dolor y congoja; antes y después de las comidas.
Cuando nos persignamos debemos hacerlo repitiendo mentalmente: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén." Así demostramos nuestra fe en la Santísima Trinidad. En nuestro deseo de vivir y trabajar para la gloria de Dios. La palabra Amén significa: "De verdad" o "Así sea."
En las Iglesias Orientales en especial el Rito Bizantino, para persignarse se colocan los tres dedos primeros, pulgar, indice, y medio juntos, lo que representa nuestra fe en la Santisima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espiritu Santo. Mientras que los dos dedos doblados significan que el Hijo de Dios bajo a la Tierra siendo Dios, y se hizo hombre, demostrándonos sus dos naturalezas humana y Divina.

EN OCCIDENTE

Al iniciar con la señal de la cruz, empezamos en la frente que significa santificar nuestra mente, y que seamos preservados de los malos pensamientos.
Inmediatamente en la boca, para que todo lo que salga de nuestra boca sea para la Gloria de Dios, y seamos preservados de maldecir al prójimo.
Luego sigue el Pecho, que es para santificar nuestros sentimientos interiores, nuestro corazón y seamos preservados de guardar odios y rencores.
Después Hombro, derecho, y después al Izquierdo, para santificar nuestras formas corporales, y Cristo sea el camino que nos guié en los cuatro puntos cardinales de nuestras vidas.

EN ORIENTE

En oriente no se acostumbra hacer la cruz en la Boca.

2.- REFLEXIÓN ESPIRITUAL SOBRE LA SEÑAL DE LA CRUZ

La Señal de la Cruz se hace tocando la frente, la boca, el pecho y los dos hombros. Todo empieza con el Verbo, el Pensamiento: el frente; pero antes del corazón esta las palabras, pero el pensamiento debe bajar al corazón, ser vencido, hacerse nuestro: el pecho; tan pronto como el pensamiento es asimilado por el corazón, surge la acción: la mano toca los dos hombros. Invertir este proceso y lanzarse a la acción sin antes haberla pasado por el pensamiento y vivido en el corazón, lleva a un activismo animado por intenciones excelentes, pero con resultados catastróficos.

UNA TRADICIÓN INMEMORIAL

La Señal de la Cruz es una práctica de todos los cristianos, desde los primeros siglos tanto en Occidente como en el Oriente. Esta manera antiquísima en el seno de la Iglesia Católica expresa de manera simple y lógica la doctrina trinitaria, puesto que el cristiano cuando pone sus dedos en la frente al pecho, lo hace diciendo en nombre del padre, cuando se dirige al hombro derecho, "del hijo", y al hombro izquierdo "del Espiritu Santo".
La vida de un cristiano siempre debe estar marcada por la señal o el signo de la cruz. Los primeros cristianos se bautizaban persignándose. De hecho, el Santo Apóstol Juan antes de su muerte dibujó una cruz sobre su cabeza con la mano. En las actas de San Afri se relata que cierta vez un pagano le dijo a San Narquis y a su diácono: "Sé que son cristianos ya que con frecuencia signan su frente con la cruz."
Era de esta manera que de una forma externa transmitían su fe en la salvación obtenida gracias a la muerte de Jesucristo en la cruz. Ya en tiempos de los apóstoles se comenzaba todo acto con la señal de la cruz. Al entrar al templo, los cristianos se persignaban. Hacían lo mismo al comenzar y al finalizar las oraciones. El sacerdote se persignaba al comenzar el sermón. Con la señal de la cruz se comenzaba cualquier oficio de la Iglesia: la bendición, la santificación, etc. Tertuliano en el año 250 DC., escribe que los cristianos se persignaban durante todas sus ocupaciones




jueves, 24 de julio de 2008

¿Celebración o concelebración?

¿Celebración o Concelebración?





P. François Knittel FSSPX
En el cuadro de la reforma litúrgica de la que somos testigos desde hace unos 30 años, no se puede negar que la concelebración es la práctica que más ha extrañado a los fieles. El sentido de la fe recibida y poseída, lo que se suele llamar sensus fidei, hace que los fieles continúen guardando reservas. ¿Es una prueba de que son ignorantes o de que les cuesta evolucionar? ¿o es que finalmente tienen razón? Para intentar dar una respuesta a estas preguntas, vamos a dar un resumen del libro del P. José de Sainte Marie O.C.D., L ‘Eucharistie, salut du monde, que trata de este tema. Para simplificar nuestro trabajo, vamos a dividirlo en dos partes:
1º El aspecto teórico del problema: en la concelebración, ¿hay una o varias Misas?
2º El aspecto práctico del problema: ¿hay que multiplicar las concelebraciones?


[I]
CONCELEBRACIÓN: ¿CEREMONIAL O SACRAMENTAL?


Conviene, desde un principio, esclarecer un problema de terminología: ¿que se quiere decir cuando se emplea la palabra "concelebración"?
Se pueden distinguir exteriormente dos modos de Misa concelebrada:
- El primero es el del obispo, rodeado por su clero, celebrando los Santos Misterios él solo, porque pronuncia solo las palabras de la liturgia. En la liturgia tradicional, es el caso de la Misa Pontifical y de la Misa solemne. Se denomina concelebración simplemente ceremonial.
- La segunda forma de concelebración es la de todos los sacerdotes que concelebran pronunciando las palabras de la consagración. En la liturgia tradicional, sucede así en la Misa de ordenación y de consagración episcopal Es lo que denominamos concelebración sacramental.
¿Por qué hemos distinguido estas dos formas de concelebración? Porque la realidad de las cosas nos lleva a hacerlo y porque nos obliga la doctrina del Magisterio de la Iglesia.
El Papa Pío XII en su encíclica Mediator Dei (2), refutó la opinión de los que suprimen toda diferencia entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de los fieles (1 Ped. 2,9) y que dicen que toda la asamblea, sacerdote y fieles, concelebra la Misa. En realidad el sacerdocio ministerial es específicamente distinto al sacerdocio común de los fieles.
Unos años más tarde, se renovaban los errores y el mismo Pontífice tuvo que precisar un poco más la doctrina en su Discurso al episcopado, del 2 de noviembre de 1954. Algunos afirmaban que «la celebración de una sola misa en la que asisten piadosamente cien sacerdotes es lo mismo que cien misas celebradas por cien sacerdotes». A esto el Sumo Pontífice respondía que «de ningún modo es así. En lo referente a la oblación del sacrificio eucarístico, hay tantas acciones de Cristo Sumo Sacerdote como sacerdotes que celebran y no tantas como sacerdotes que escuchan piadosamente la misa episcopal o de otro sacerdote que celebra». Un sacerdote sólo celebra cuando hace las acciones y pronuncia las palabras litúrgicas, y de otro modo sólo simula.


Hay, pues, una diferencia fundamental entre la Misa realmente celebrada por un sacerdote que pronuncia las palabras de la consagración y un sacerdote que participa a las mismas ceremonias sin pronunciar las palabras litúrgicas.
Por eso hay una diferencia esencial entre la concelebración simplemente ceremonial y la sacramental. En lo que sigue del artículo sólo nos interesamos por esta última, pues la concelebración simplemente ceremonial no plantea ningún problema particular, ya que los sacerdotes que asisten no pronuncian las palabras de la consagración y, por lo tanto, no concelebran sacramentalmente.


¿Una o varias misas?


En el Discurso final al Congreso Internacional de Liturgia Pastoral de Asís, el 22 de septiembre de 1956, el Papa Pío XII precisó aún más su enseñanza:
- Recordó la diferencia entre la concelebración simplemente ceremonial y la concelebración sacramental: «No basta tener y manifestar la voluntad de apropiarse las palabras y acciones del celebrante. Los concelebrantes mismos tienen que decir sobre el pan y el vino: "Este es mi Cuerpo", "Esta es mi Sangre"; de otro modo, su concelebración es una pura ceremonia». Esta doctrina fue confirmada por el Santo Oficio, declarando que «por institución divina, sólo celebra el que pronuncia las palabras de la consagración». (3)


- ¿Cómo se puede reconocer una concelebración sacramental?


«Hay que ver si, con la intención interior necesaria, el celebrante hace la acción exterior y, sobre todo, si pronuncia las palabras que constituyen la actio Christi se ipsum sacrificantis et offerentis: la acción de Cristo sacrificándose y ofreciéndose a sí mismo. Eso no ocurre cuando el sacerdote no pronuncia sobre el pan el vino las palabras del Señor: "Este es mi Cuerpo"; "Esta es mi Sangre"».
- La multiplicidad de concelebrantes no estorba a la unidad del sacramento que siempre es una acción de Cristo: «En realidad, la acción del sacerdote que consagra es la misma de Cristo, que obra por su ministro. En el caso de una concelebración en el sentido estricto de la palabra, Cristo, en lugar de obrar por medio de un solo ministro, lo hace por varios».


Algunos espíritus superficiales podrían ver una oposición entre el discurso de 1954, que decía que hay tantas acciones de Cristo como celebrantes, y el discurso de 1956, que subraya la unicidad de la acción de Cristo llevada a cabo por varios ministros. En realidad se trata de puntos de vista complementarios, pues el discurso de 1954 se sitúa de parte de los ministros y se encamina a determinar cuál es la condición para que consagren realmente, mientras que el discurso de 1956 se sitúa de parte de Cristo que hace siempre la misma y única acción sea cual sea el número de ministros.


En resumen, como Cristo actúa por sus ministros que usan el rito único de la Iglesia, la acción sacramental es también única. La Misa concelebrada es, pues, una sola y única Misa, sea cual sea el número de celebrantes.
Incluso el decreto general Ecclesiae semper del 7 de marzo de 1965 lo dijo claramente de nuevo, a pesar de la generalización de la práctica de la concelebración en esos años:
«En este modo de celebrar (la concelebración), varios sacerdotes, en virtud de un mismo sacerdocio y ocupando el lugar del Sumo Sacerdote, obran juntos por una sola voluntad y una sola voz, y hacen y ofrecen por un único acto sacramental, Un único sacrificio, y juntos participan de él» (4).


Este texto recuerda la necesidad, para una verdadera concelebración, de la unidad de intención ("una sola voluntad") y de la unidad del rito litúrgico en la celebración ("una sola voz"). Menciona igualmente el efecto de la verdadera concelebración: "un único acto sacramental", "un único sacrificio".


Santo Tomás de Aquino y la concelebración


Para confirmar esta conclusión ineludible, es decir, que en la concelebración sólo hay una Misa, consultemos al Príncipe de los teólogos, Santo Tomás de Aquino, y sus luces.
En un primer texto, Santo Tomás recuerda que la unidad a nivel de la intención, tiende a la unidad en la acción y en el efecto: «La intención se requiere para cumplir los sacramentos. Por consiguiente, como todos tienen la intención de hacer una consagración, no hay más que una consagración» (IV Sent. d. 13, cuest. 1, ait. 2, sol. 2, ad 1) (5).


Pero, podríamos preguntarnos de qué forma se realiza esta unidad. Santo Tomás nos lo indica en detalle en otro texto posterior: «Si cada uno de los sacerdotes obrase por su propia virtud, uno solo de ellos bastaría para celebrar y los demás estarían de más. Pero como el sacerdote no consagra en su propio nombre sino en lugar y en nombre de Cristo (in persona Christi), y que muchos son "uno en Cristo" (Gal 3.28), poco importa que este sacramento sea consagrado por uno solo o por varios: lo que es necesario es que sea observado el rito de la Iglesia» (III, cuest. 82, art. 2, ad 2).


De donde se deduce lo siguiente:


- Una única consagración ("este sacramento") puede ser hecha por varios sacerdotes a la vez.


- Todos obran como instrumentos ministeriales de Cristo.


- Para consagrar este sacramento, hay que observar el rito litúrgico de la Iglesia.


Dejemos que el P. José de Sainte Marie nos dé la conclusión de esta parte: «Se podría decir que [para resolver este problema de la concelebración] hay una sola verdad fundamental, la de la naturaleza sacramental de la acción efectuada en la Misa, pues hay que partir de ahí; pero considerando al mismo tiempo esta verdad primera en sus dos corolarios inmediatos: el carácter ministerial del sacerdocio del sacerdote de la Iglesia por el que obra Cristo, y el carácter litúrgico y ritual de la acción que se lleva a cabo; y considerando igualmente la ordenación y la subordinación de los ministros al acto ritual, litúrgico y sacramental que llevan a cabo y en el que se realizan a sí mismos. Por lo que, para resolver el problema sobre el número de misas, hay una primacía del punto de vista sacramental sobre el de la persona de los ministros» (op. cit. pág. 27-28).


Confirmacion: otras concelebraciones


Nuestra conclusión sobre la unicidad del Sacrificio en la Misa concelebrada se confirma al ver que ocurre lo mismo en otras ceremonias litúrgicas concelebradas.
Veamos lo que escribo Dom Bernardo Botte, O.S.B., sobre la consagración episcopal (doctrina confirmada por Pío XII en su discurso del 22 de septiembre de 1956):
«Por ambas partes nos hallamos ante un acto sacramental colectivo que consiste en un gesto cuyo sentido lo da el que preside la oración. Los obispos tienen la intención de comunicar al Espíritu Santo y la manifiestan por un gesto común, lo mismo que los sacerdotes que rodean al obispo y manifiestan esta intención por su presencia alrededor del obispo y por el gesto que hacen con él; pero hay que decir que esta oblación es única. Así como no hay varias consagraciones episcopales sincronizadas sino una sola, hecha por el cuerpo episcopal, lo mismo que no hay más que una sola consagración eucarística hecha por todo el cuerpo sacerdotal, y no varias misas sincronizadas». (6).


Santo Tomás de Aquino dice que ocurriría lo mismo si el bautismo fuera concelebrado: «Ambos (ministros concelebrantes), en cuanto de ellos depende, bautizarían. Sin embargo, no darían dos sacramentos diferentes (aliud et aliud sacramentum): sino que Cristo. que es quien únicamente bautiza interiormente, conferiría por ambos un único sacramento (unum sacramentum per utrumque conferret». (III, cuest. 67, art. 6).


Y el Card. Journet saca la conclusión de este último texto para nuestro tema de la concelebración de la Misa:
«Unas palabras sobre la concelebración. Imaginemos que varias personas se uniesen para bautizar simultáneamente a un niño. Los bautizantes serían varios pero la acción bautismal una sola, plures baptizantes, una baptizatio.


Al concelebrar, habrá igualmente varios consagrantes, plures ex aequo consecrantes, pero una sola acción consagratoria, una consecratio»


¿Y la multiplicación de la misa?


Quizás se nos diga que "en la práctica actual, cada sacerdote recibe un estipendio; por eso hay tantas misas como concelebrantes".
A eso contestestamos distinguiendo los frutos de la Santa Misa: el fruto general, por toda la Iglesia; el fruto especial (o ministerial) en favor de las personas por las que se celebra la Santa Misa; y el fruto especialísimo, por el mismo celebrante. El estipendio de la misa corresponde al fruto especial.


Si consideramos el valor infinito de cada Misa y que cada celebrante lleva a cabo el acto completo de la consagración, se comprende que cada celebrante reciba su estipendio. Pero de eso no se puede sacar ninguna conclusión sobre el fruto general de la Santa Misa por toda la Iglesia y sobre el número de Misas.


Esta primera parte nos conduce a decir que el número de concelebrantes no implica ninguna multiplicación de Misas. En cada Misa concelebrada, sólo se celebra una Misa.


[II]
¿QUÉ PENSAR DE LA MULTIPLICACIÓN DE LA CONCELEBRACIÓN?


Saquemos ahora la consecuencia práctica de la primera parte. Si en cada misa concelebrada sólo se celebra una misa, ¿hay que multiplicar las concelebraciones como se suele hacer hoy en día?
Haciéndose eco de la doctrina enseñada por el Concilio de Trento en su XXIIª sesión sobre el Santo Sacrificio de la Misa, el P. José de Sainte Marie explica: «[La Misa] es, en virtud del misterio y del poder del "sacramento" instituido por Cristo, una representación eficaz y real y aún más, una reactuación única en su género, precisamente del orden sacramental, del único sacrificio de la Cruz, de modo que este acto único que no se puede renovar según el modo propio bajo el que se realizó en la Cruz, se puede renovar infinitas veces bajo el orden sacramental. La misión de la Iglesia, gracias al ministerio sacerdotal, es precisamente asegurar esta renovación sacramental para asumir y salvar la historia, y lo hará hasta el fin de los tiempos» (op. cit. pág. 25).


Nosotros, que pecamos todos los días, necesitamos un remedio diario, la renovación sacramental del Sacrificio del Calvario. Eso es lo que repite hasta la saciedad Santo Tomás de Aquino: «En las misas se multiplica la oblación del sacrificio y, por consiguiente, se renueva también el efecto del sacrificio» (III, cuest. 79, art. 7, ad 3) y la liturgia de la Iglesia: «Cada vez que se celebra este sacrificio en memoria de tu Pasión, se realiza la obra de nuestra redención» (Secreta del 9º Domingo después de Pentecostés) (8).


La conclusión está fuera de duda: la Iglesia quiere la multiplicación de las Misas para asegurar los frutos de la redención y, como hemos demostrado en la primera parte, la Misa concelebrada es una única misa. La multiplicación de las misas concelebradas lleva a una disminución del fruto y de los efectos salvíficos de la Misa para las almas y para la salvación del mundo. Nada nos cuesta concluir en que la multiplicación de las concelebraciones a la que actualmente asistimos es perjudicial a las almas y a la Iglesia.


Una última dificultad


Quizás se nos dirá que no está bien oponerse a la difusión de la concelebración ni decir que es perjudicial para la Iglesia, porque era una práctica universal en la iglesia primitiva.
Veamos las conclusiones a las que llega el P. Hanssens:
l la concelebración sacramental, la única realmente sacrificial, aparece sólo con certeza en el siglo VIII, en Roma; es la del Papa con los cardenales presbíteros, descrita en el Ordo Romanus I;
l desaparece en el siglo XII y, salvo raras excepciones, ya sólo aparecerá en la misa de ordenación;
l en los ritos orientales católicos aparece muy tardíamente, no antes del siglo XVIII, y es por autorización del Papa Benedicto XIV; hoy en día, sus mayores oponentes son los griegos ortodoxos;
l finalmente, la concelebración sacramental era prácticamente inimaginable en los primeros siglos, incluso por la ausencia de un texto fijo (op. cit. pág. 112,113).
Es triste que la práctica de la concelebración se haya introducido en nombre de un fundamento arqueológico inexistente. Liturgistas conocidos mundialmente, como Dom Botte, Dom Beauduin,O.S.B. y Mons. Martimort, se prestaron a esta maniobra, agravando aún más su error inicial al no querer hacer la distinción entre concelebración simplemente ceremonial y concelebración sacrificial.
Una vez más podría decir San Jerónimo: «Muchos han caído en error porque no conocen la historia» (10).


Conclusión


Dos conclusiones para nuestra instrucción y edificación.
- En toda misa concelebrada hay una sola misa y no varias, como podría suponerse por la pluralidad de concelebrantes.
- La consecuencia práctica es inmediata: no hay que multiplicar las concelebraciones, pues es disminuir los frutos generales de la Misa y perjudicar gravemente al bien común de la Iglesia.




Notas:
(1) Editions du Cèdre, 1981.
(2) 20 de noviembre de 1942.
(3) Decreto del 8 de marro de 1957, aprobado por el Santo Padre el 23 de mayo (D.S. 3928).
(4) Damos el texto en latín: «Simul una voluntate et una voce agunt. Atque unicum Sacrificium unico actu sacramentali simul conficiunt et offerunt, idemque simul participant».
(5) Damos el texto en latín: «Quia intentio requiritur ad perfectionem sacramentorum, ideo, cum omnes habeant unam consecrationem faciendi, non est ibi nisi una consecratio tantum».
(6) Nota histórica sobre la concelebración en la Iglesia antigua, en La Maison Dieu, nº 35 [3º trim. 1953], pág. 13.
(7) El sacrificio de la Misa, en Nova et Vetera [Friburgo] 46, 1971, pág. 241-250.
(8) Damos el texto en latín: «Quoties hujus hostiae commemoratio celebratur, opes nostrae redemptionis exercetur».
(9) Diversos artículos de la revista Periodica de Re Morali, Canonica, Liturgica en los años 1927-1928.
(10) Damos el lexto en latín: «Multi labuntur errore popter ignorantiam historiae» (In Matth. 1,2; P.L. 77,15).

La Jugada Maestra de Satanas


Sabemos por el Génesis y; mejor aún, por Nuestro Señor Jesucristo mismo, que Satanás es el padre de la mentira. En el versículo 44 cap. 8, del Evangelio de San Juan, Nuestro Señor apostrofa a los judíos diciéndoles: "Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él. Cuando dice mentira habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira...".

Satanás es homicida en las persecuciones sangrientas, padre de la mentira en las herejías, en todas las falsas filosofías y en las palabras equívocas que son la base de las revoluciones, de las guerras mundiales y de las guerras civiles.No deja de atacar a Nuestro Señor en su cuerpo místico que es la Iglesia. En el transcurso de la historia ha empleado todos los medios, y uno de los últimos y más terribles ha sido la apostasía oficial de las sociedades civiles.

El laicismo de los Estados ha sido, y sigue siendo, un inmenso escándalo para las almas de la gente. Por este camino, Satanás ha conseguido poco a poco secularizar y quitar la fe a muchos miembros de la Iglesia y del Estado, hasta el punto de que esos falsos principios de separación de la Iglesia y del Estado, de libertad religiosa, de ateísmo político y de la autoridad como algo que emana de los individuos han acabado por invadir los presbiterios, los curias episcopales y hasta el Concilio Vaticano II.
Para lograrlo, Satanás ha inventado palabras clave que han logrado que los errores modernos y modernistas entren en el Concilio: la libertad se ha introducido a través de la libertad religiosa o libertad de religión; la igualdad a través de la colegialidad, que ha introducido los principios del igualitarismo democrático en la Iglesia; y, por fin, la fraternidad a través del ecumenismo que abraza todas las herejías y errores y da la mano a todos los enemigos de la Iglesia.
La jugada maestra de Satanás consiste, pues, en difundir los principios revolucionarios introducidos en la Iglesia por la autoridad de la misma Iglesia, poniendo a esta misma autoridad en una situación de incoherencia y de contradicción permanente. Mientras este equívoco no se disipe, los desastres se multiplicarán en la Iglesia. Al hacerse equívoca la liturgia, el sacerdocio se hace igualmente equívoco; y al haberse hecho también equívoco el catecismo, la fe, que sólo puede mantenerse en la verdad, se disipa. La misma jerarquía de la Iglesia vive en un equívoco permanente, entre la autoridad personal recibida por el sacramento del orden, y la misión del Papa o del obispo y los principios democráticos.

Hay que reconocer que la baza se ha jugado bien y que se ha usado maravillosamente la mentira de Satanás. La Iglesia va a destruirse a sí misma por vía de obediencia. La Iglesia se va a convertir al mundo herético, judío y pagano por obediencia, por medio de una liturgia equívoca, de un catecismo ambiguo y lleno de omisiones, y de instituciones nuevas basadas en principios democráticos.

Las órdenes, contraórdenes, circulares, constituciones y mandatos, están tan bien manipulados, tan bien orquestados y apoyados por los omnipotentes medios de comunicación social y por lo que queda de los movimientos de Acción Católica (todos marxistoides), que los fieles sencillos y los buenos sacerdotes repetirán, con el corazón roto pero dócil: "¡Hay que obedecer!" ¿A qué o a quién? No se sabe muy bien: ¿A la Santa Sede, al Concilio, a las comisiones, a las conferencias episcopales? Uno se pierde, lo mismo entre los libros litúrgicos que entre los ordos diocesanos o la maraña inextricable de catecismos, de "oraciones del tiempo presente", etc. Hay que obedecer a pesar de los sacerdotes que apostatan, del absentismo de los obispos (salvo para condenar a los que quieren conservar la fe), del matrimonio de las personas consagrados a Dios, de la comunión de los divorciados, de la intercomunión con los herejes, etc. "¡Hay que obedecer!". Los seminarios se vacían y se venden, y lo mismo los noviciados, las casas de religiosas y las escuelas. Se saquean los tesoros de la Iglesia, los sacerdotes se secularizan y se profanan en su modo de vestir, en su lenguaje y en su alma... "¡Hay que obedecer! Roma, las conferencias episcopales, el sínodo presbiterial lo quieren así!". Es lo que repiten todos los ecos de las Iglesias, periódicos y revistas: "aggiornamento" y apertura al mundo. Pobre del que no esté de acuerdo. Se le puede patear, calumniar y privarle de todo lo que le permite vivir. Es un hereje, un cismático y sólo merece la muerte.Realmente, Satanás ha logrado una jugada maestra: logra que los que conservan la fe católica sean condenados por los mismos que deberían defenderla y propagarla.Ya es hora de recobrar el sentido común de la fe y de recobrar la verdadera Iglesia, oculta bajo la falsa careta del equívoco y de la mentira. La verdadera Iglesia, la verdadera Santa Sede, el sucesor de san Pedro y los obispos, en cuanto se someten a la tradición de la Iglesia, no nos piden ni pueden pedirnos que nos hagamos protestantes, marxistas o comunistas. Lo cierto es que podría creerse, al leer algunos documentos, constituciones, circulares y catecismos, que se nos pide que abandonemos la verdadera fe en nombre del Concilio, de Roma, etc.

Debemos negarnos a hacernos protestantes, a perder la fe y a apostatar como lo ha hecho la sociedad política tras los errores difundidos por Satanás en la Revolución Francesa de 1789. Nos negamos a apostatar, ya sea en nombre del Concilio, de Roma o de las Conferencias episcopales.Por encima de todo, seguimos estando unidos a todos los concilios dogmáticos que han definido nuestra fe para siempre. Todo católico digno de ese nombre debe rechazar todo relativismo y evolución de su fe en el sentido dé que lo que fue definido solemnemente en otro tiempo por los concilios ya no sea válido hoy y pueda ser modificado por otro concilio, y con más razón si sólo es pastoral.La confusión, la imprecisión, las modificaciones de los documentos sobre la liturgia y la precipitación en la aplicación, manifiestan de modo evidente que no se trata de una reforma inspirada por el Espíritu Santo. Esta forma de obrar es totalmente contraria a las costumbres romanas, que actúan siempre "cum concilio et sapientia". Es imposible que el Espíritu Santo haya inspirado la definición de la misa según el artículo 7 de la Constitución (1), y más increíble es que se haya sentido la necesidad de corregirla después. Eso es confesar que se había deformado la más importante realidad de la Iglesia: el santo sacrificio de la Misa.Hay que reconocer que la presencia de protestantes en la reforma litúrgica de la Misa plantea un dilema del que es difícil sustraerse.
Su presencia significaba o que se les invitaba a reajustar su culto a los dogmas de la Santa Misa, o que se les preguntaba qué les resultaba desagradable en la Misa católica, con el fin de eliminar las expresiones dogmáticas inadmisibles para ellos. Es evidente que esta segunda solución es la que fue adoptada, cosa inconcebible y no inspirada, desde luego, por el Espíritu Santo.Cuando se sabe que esta concepción de la "misa normativa" es la del Padre Bugnini y que se impuso tanto al Sínodo como a la Comisión de Liturgia, cabe pensar que hay Roma y Roma: la Roma eterna en su fe, sus dogmas, su concepción del sacrificio de la Misa; y la Roma temporal influida por las ideas del mundo moderno, influencia de la que no se escapó el mismo Concilio, que, de propósito y gracias al Espíritu Santo, sólo quiso ser pastoral.Santo Tomás se pregunta en la cuestión de la corrección fraterna si conviene ejercerla a veces con los superiores. Con todas las distinciones oportunas, el Ángel de las Escuelas responde que tiene que hacerse cuando se trata de la fe.¿Y quién puede, en conciencia, decir que hoy la fe de los fieles y de toda la Iglesia no está gravemente amenazada en la liturgia, en la enseñanza del catecismo y en las instituciones de la Iglesia?Léase y vuélvase a leer a San Francisco de Sales, a San Belarmino, a San Pedro Canisio y a Bossuet, y se verá con asombro que tuvieron que luchar con los mismos extravíos. Pero esta vez el drama extraordinario consiste en que estas desfiguraciones de la tradición nos vienen de Roma y de las Conferencias Episcopales.
Así, pues, si se quiere conservar la fe, por fuerza hay que admitir que algo anormal ocurre en la administración romana. Por supuesto, hay que mantener la infalibilidad de la Iglesia y del Sucesor de Pedro, también hay que admitir la trágica situación en la que se encuentra nuestra fe católica a causa de las orientaciones y documentos que nos vienen de la Iglesia. Luego, la conclusión vuelve a lo que decíamos al principio: el demonio reina por el equívoco y la incoherencia, que son sus medíos de combate y que engañan a los hombres de poca fe.Tiene que denunciarse valientemente este equívoco con el fin de preparar el día que la Providencia elija para señalarlo oficialmente a través del Sucesor de Pedro. No se nos llame rebeldes u orgullosos, porque no somos nosotros los que juzgamos.

Es el mismo Papa el que, como sucesor de Pedro, condena lo que por otro lado aconseja. Es la Roma eterna la que condena a la Roma temporal. Nosotros preferimos obedecer a la eterna.Pensamos con plena conciencia que toda la legislación que se ha puesto en práctica desde el Concilio es por lo menos dudosa y, en consecuencia, nos remitimos al canon 23 que trata este caso y nos pide que nos atengamos a la ley antigua.Estas palabras les parecerán a algunos ofensivas para la autoridad, pero muy al contrario, son las únicas que protegen la autoridad y verdaderamente la reconocen, porque la autoridad no puede existir más que para la Verdad y para el Bien y no para el error y el vicio.


A 13 de octubre, en el aniversario de las apariciones de Fátima. Año 1974.Que María se digne bendecir estas líneas y dar frutos de Verdad y Santidad.(2)

+ Monseñor Marcel Lefebvre





NOTAS:


(1) Se trata de la Institutio generalas Missalis romani que sirve de prefacio al misal de 1969. El artículo en cuestión dice así: "La Cena del Señor, o Misa, es la asamblea sagrada o congregación del pueblo de Dios, reunido bajo la presidencia del sacerdote para cele brar el memorial del Señor. De ahí que sea eminentemente válida, cuando se habla de la asamblea local de la Santa Iglesia, aquella promesa de Cristo: "Donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos' (Mt. 18, 20)".


(2) Le Coup Maitre de Satan, págs. 5-9

San Pío X

"porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas" (Enciclica Notre Charge Apostolique)