viernes, 25 de julio de 2008

RESPUESTAS A PREGUNTAS RECURRENTES RELATIVAS

RESPUESTAS A PREGUNTAS FRECUENTES
RELATIVAS A LA
FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X


¿Es verdad lo del “cisma”? ¿Estamos excomulgados?
¿Rechazamos el Concilio Vaticano II?
¿Podemos invocar el Motu Proprio del Papa Benedicto XVI?
Estas son las preguntas que se nos plantean de modo recurrente y a las cuales deseamos responder a través de este documento



¿Es verdad que la “Fraternidad San Pío X” ha nacido en razón del cisma ocurrido en 1988 entre Mons. Lefebvre y la Santa Sede?

La Fraternidad San Pío X ha sido fundada en 1970 y sus estatutos fueron aprobados el 1º de noviembre de ese mismo año por Monseñor Charrière, Obispo de Friburgo (Suiza). Al igual que toda otra congregación, la Fraternidad San Pío X ha nacido como congregación de derecho diocesano. Su fundación no data de 1988 y no está ligada a ninguna sospecha de ilegalidad. En virtud de su presencia en los cinco continentes, hoy debería gozar del rango de congregación de derecho pontificio, lo cual no es el caso. Ese es uno de los temas de las conversaciones con Roma desde el año 2001.

¿Reconocen ustedes al Papa?

Nosotros siempre hemos reconocido al Papa, desde Pablo VI hasta Benedicto XVI. El hecho de plantear objeciones sobre ciertos puntos vinculados a la enseñanza de siempre de la Iglesia no implica un rechazo de su autoridad o de su función pontificia; porque en ese caso habría que afirmar que una buena parte del episcopado francés y alemán sería cismática por no compartir la visión de las cosas que tiene el Papa.

¿Acaso algunos Obispos franceses no fueron a Roma para oponerse a la voluntad del Papa Benedicto XVI de reconocer la Misa tradicional? ¿Acaso algunos Obispos de Alemania no publicaron un documento justificando que los divorciados vueltos a casar pudiesen comulgar, y ello contra la voluntad del Papa?

El Papa Juan Pablo II pidió a los sacerdotes y religiosos que volviesen a vestir el hábito eclesiástico y no fue oído. Podríamos citar muchos otros casos de desobediencia de hecho que, con todo, no implican un rechazo de la función pontificia.Un cisma consiste en rechazar la autoridad del Papa y crear su propia Igleisa. Ese no es nuestro caso. Nuestros sacerdotes mencionan al Papa en el canon de la Misa que celebran día a día, lo mismo que el del obispo en cuya diócesis residen. Rezamos públicamente por el Papa cada vez que se expone el Santísimo Sacramento. Por lo demás, los miembros de la Fraternidad San Pío X que no reconocen públicamente a Benedicto XVI (y a sus predecesores) como Papa son excluidos de la congregación.

¿Por qué, entonces, se dice que ustedes son cismáticos?

Es una calumnia en boca de quienes no nos quieren. Sin embargo, carece de fundamento y es contradicha por los hechos ya que nosotros no hemos inventado una Iglesia paralela. Ademas, Roma así lo admite y no nos acusa de ser cismáticos. Lo único que explica aquella afirmación es el desconocimiento de todo lo que envuelve nuestra cuestión.

Así, pues, todo está en orden… ¡Pero Uds fueron excomulgados!

Excomunión no es sinónimo de cisma. Son términos jurídicos precisos que no deben ser confundidos. Cismático es quien rechaza la autoridad y la función pontificia. Excomulgado es quien recibe una reprimenda por haber infringido una regla importante del derecho canónico.

El Papa Juan Pablo II no recurrió al a excomunión más que una vez en toda su vida: en 1988, en relación a Monseñor Lefebvre, Monseñor de Castro Mayer y los cuatro Obispos consagrados. Por tanto, seis son las personas que han sido excomulgadas.

En cambio, ni los sacerdotes ni los fieles lo están.Es claro que uno podría cuestionarse acerca de la conveniencia de emplear esta medida represiva, considerando que desde hace treinta años algunos Obispos y sacerdotes enseñan verdaderas herejías en la Iglesia, y se permiten cosas que en ocasiones son contrarias a la fe, y todo eso sin que jamás se les haya dicho nada…

¿Cree Ud. que la excomunión de los seis Obispos es injusta?

Reparemos en lo que dice el derecho canónico: la excomunión de un obispo que consagrase otro obispo sin mandato apostólico es una medida relativamente reciente en la historia de la Iglesia. Data de época de Pío XII (1938-1959). Debido a la creación de la “Iglesia Patriótica China”, bajo la égida del gobierno comunista, el Papa Pío XII quiso poner un coto para evitar la creación de otras Iglesias nacionales. Eso explica el carácter de medida represiva grave. Esa es la intención del legislador y el espíritu de esta ley.

Ahora bien, en el caso de Monseñor Lefebvre, jamás se le pasó por la mente crear una Iglesia paralela. No consagró cuatro Obispos sino para preservar el sacerdocio y la Misa tradicional, adelantándose en eso a la voluntad del Papa, que acaba de reconocer su plena legitimidad y su necesidad para fecundar —en su perspectiva— el nuevo rito.

En 1988, dada la hostilidad de que era objeto la Fraternidad San Pío X, no había ningún obispo dispuesto a ordenar los 250 seminaristas que se preparaban al sacerdocio en los seis seminarios de la congregación. Los Obispos de la Fraternidad no tienen jurisdicción; se limitan a administrar los sacramentos: ese es el límite de su misión canónica.

Obedecen al Superior General, el cual es elegido de manera regular y conforme a los estatutos de la congregación oficialmente aprobados por la Iglesia. Esta ausencia de voluntad cismática de que ha dado pruebas la Fraternidad San Pío X a lo largo de veinte años ha sido reconocida por Roma, que hoy mismo está discutiendo la posibilidad de levantar las excomuniones.

Monseñor Bouilleret, Obispo de Amiens, invoca al Padre Jean-Paul Durand, el cual parece decir que Uds. son cismáticos. El Padre Durand es una voz “autorisée”. ¿Qué dice Ud.?

Bien se dice que el Padre Durand “parece decir”, porque la cita de Monseñor Bouilleret es incompleta y casi incomprensible. Sin embargo, vista en conjunto, parece decir que somos cismáticos. El Padre Durand es consultor del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos. Uno podría oponerle otras afirmaciones hechas por personas más autorizadas que él, es decir, que detentan otros cargos de mayor responsabilidad. Así, a título de ejemplo: • En una entrevista dada al diario italiano “30 Giorni” en septiembre de 2005, el Cardenal Castrillón Hoyos, entonces Prefecto de la Congregación para el Clero (y hoy Presidente de la Comisión Ecclesia Dei) afirmó que “Monseñor Lefebvre persistió en su voluntad de consagrar obispos y eso ha creado consecuentemente una situación de apartamiento, no obstante lo cual no se trata formalmente de un cisma”.

El 13 de noviembre del mismo año y en la televisión italiana TV Canal 5, agregaba que “no estamos ante una herejía. No se puede decir en términos correctos, exactos y precisos que haya un cisma (…) Están dentro de la Iglesia. Sólo existe el hecho de faltar una comunión más plena y perfecta, porque esa comunión ya existe”. • El 28 de junio de 1993, el Vaticano revoca un decreto del 1 de julio de 1988 y declara que la acusación de cisma a la Fraternidad San Pío X carece de fundamento (declaración oficial nº 10311 de Monseñor Cacciavillan, Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, de parte del Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). Los hechos motivantes fueron que en los Estados Unidos unos fieles habían recurrido a uno de los Obispos consagrados por Monseñor Lefebvre para recibir la administración del sacramento de la confirmación.

El Obispo del lugar, después de una monición canónica, excomulgó a los seis fieles. Roma, por medio del Nuncio Apostólico, y a solicitud del Prefecto para la Doctrina de la Fe, anuló este decreto argumentando que no existía causal de cisma. • En una carta del 3 de mayo de 1993, el Cardenal Cassidy, Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, respondió a una consulta de la siguiente manera: “En lo que se refiere a su pregunta, deseo subrayar que el «Directorio sobre el Ecumenismo» (reglas prácticas a seguir en la materia) no concierne a la Fraternidad San Pío X.

La situación de los miembros de esta sociedad es un asunto interno de la Iglesia católica. La Fraternidad San Pío X no es otra Iglesia o una Comunidad eclesial en el sentido en que lo emplea este Dicasterio. Por supuesto, la misa y los sacramentos administrados por los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X son válidos (…)”• “El examen de las circunstancias en la que el arzobispo Lefebvre ha procedido a las consagraciones episcopales, a la luz de los cánones 1321, 1323 y 1324, plantean al menos una duda significativa, si no una certeza razonable, contra l a validez de la declaración de excomunión pronunciada por la Congregación de los Obispos”. Esa es la conclusión de una tesis de derecho canónico obtenida en 1995 en Roma (Universidad Gregoriana) por el Padre Gerald E. Murray, y que mereció la felicitación del tribunal examinador.

El Padre Gerald E. Murray no es un sacerdote de la Fraternidad San Pío X; ejerce su ministerio en la arquidiócesis de Nueva York. Podríamos continuar con esta enumeración y citar muchos otros testimonios, lo cual sería un poco tedioso… El último: a la consulta hecha por un Obispo de Gabón, acerca de si en los registros parroquiales debían asentarse los matrimonios celebrados por sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos respondió afirmativamente.



¿Puede el Papa equivocarse cuando excomulga a un miembro de la Iglesia?


La excomunión es un acto disciplinario que por naturaleza no puede estar garantizado por la infalibilidad. Que Roma pueda equivocarse teniendo un juicio errado en un caso puntual es algo que ya ha sucedido en la historia de la Iglesia. La hipótesis de Monseñor Lefebvre no es el primero. San Atanasio, Obispo de Alejandría (s. IV) y Doctor de la Iglesia, fue excomulgado cinco veces por el Papa Honorio.
Santa Teresa de Ávila, reformadora de los Carmelos y eminente mística, fue excomulgada por su Obispo… Esta discusión sobre los presuntos cisma y excomunión están hoy, año 2008, en franco retroceso. Tras veinte años Roma ha tenido tiempo de caer en la cuenta de la falsedad de las acusaciones hechas en 1988 respecto a la Fraternidad San Pío X. Hoy por hoy estamos en vísperas del levantamiento de las sanciones y del reconocimiento de que no se pueden ignorar las fuerzas vivas de la Iglesia que vertebra el movimiento tradicional.



Vayamos al Concilio. Se los acusa de rechazar el Vaticano II. ¿Qué significa eso?

No rechazamos el Concilio Vaticano II de cabo a rabo; admitimos lo que está en continuidad con el magisterio y los veinte Concilios precedentes. Es imposible admitir que la Iglesia y el magisterio renieguen del pasado.Por ejemplo, nosotros somos los que seguimos más de cerca el esquema sobre la liturgia, en el cual se recuerdan todos los elementos de la liturgia, tal el caso del latín como lengua oficial de la liturgia de la Iglesia… (1)

Los experimentos litúrgicos novadores y las fantasías del posconcilio —y de hoy en día, porque desgraciadamente esto no ha terminado— están en contradicción con el Concilio. Los Padres Conciliares nunca pensaron que, aprobando este esquema, sobrevendría el día en que, por ejemplo, las ceremonias de entierro estarían a cargo de laicos… Eso va contra el Vaticano II. Se hace decir al Vaticano II cosas que nunca fueron dichas, en nombre del famoso “espíritu del Concilio”…Por lo demás, es cierto que el concepto de revelación, tal como está formulado en “Dei Verbum”, tomado de la “nueva teología” del Padre Henri de Lubac, el concepto de libertad religiosa formulado en “Dignitatis Humanæ”, la realidad del ecumenismo practicado hoy en día, el subsistit in de “Lumen Gentium”, son novedades teológicas problemáticas.(2) Pedimos a Roma poder abordar estos problemas en el contexto de discusiones teológicas


¿Cree realmente que Uds. pueden discutir esas cosas?


Hoy por hoy todo es puesto en la picota. Cualquier teólogo que publica un estudio pone muchísimas cosas en cuestión. Desde hace cuarenta años todo es puesto en cuestión… la Misa, todos los sacramentos, las traducciones de la Biblia, la exégesis, la pastoral, la historia de la Iglesia, la predicación del Evangelio, el lugar de los sacerdotes y de los laicos, etc., etc.

Las iglesias están vacías, se vende el mobiliario eclesiástico, se destruyen o venden los ornamentos… ¿y se alza la voz porque nos permitimos señalar algunos puntos “novedosos” del Concilio que causan problemas? ¿Se tiene conciencia de la desproporción existente entre la complacencia ante todo lo que es novador, e incluso destructor de la Tradición que santificó a generaciones y generaciones de católicos, y el régimen de exclusión a que se somete a los que no se pasan a las filas de quienes se visten “con piel de lobo”?

Padre Bernard LorberEnero de 2008

NOTAS
(1) Argumento “ad hominem”.
(2) Porque están en ruptura con la tradición.
























La Señal de la Cruz

LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ
Para iniciarnos en la Fe Católica es preciso saber como persignarse, ya que la señal de la Cruz es un testimonio visible de nuestra Fe, y una consagración a la Santisima Trinidad.
En la Iglesia Católica la señal de la cruz ha sido un uso distintivo de los Cristianos creyentes en las Tres Divinas Personas en Dios y del Bautismo.

Forma de hacerlo

En la Iglesia Latina o Romana suele colocarse los dedos de diferente forma para hacer la señal de la cruz. Por ejemplo, los latinos empleamos la mano derecha, colocando los dedos índice doblado detrás del pulgar, para formar una cruz. Y los tres dedos restantes se dejan extendidos y juntos, los cuales representan a la Santísima Trinidad a la cual adoramos y encomendamos nuestras vidas.

Las
Iglesias orientales, en especial los Católicos y Ortodoxos de Rito Bizantino, juntan los dedos índice, medio y pulgar de la mano derecha (representan el Padre, el Hijo y el Espíritu de Santidad, las tres realidades del Único Dios). Los dedos anular y meñique se dobla
n (representan las dos naturalezas del Mesías: verdarero Dios y verdadero Hombre).


1- ASPECTO TEOLÓGICO DE LA SEÑAL DE LA CRUZ

En la Iglesia Latina el pulgar y el índice cruzados representan las dos naturalezas de Cristo, Humana y Divina, y nos recuerdan lo que nuestro Señor nos dice: "El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" . (Mc 8,34). También representan que Jesucristo es el principio y fin de nuestras vidas, el cual llevamos siempre en lo mas alto (en la frente) como una verdadera confesión de nuestra Fe en el Salvador.
La señal de la cruz nos da fuerza para rechazar y vencer el mal. Tenemos que hacerlo correctamente, sin apuro, respetuosamente y conscientemente del acto que significa el persignarse. En caso contrario estamos demostrando: falta de interés y negligencia al hacerlo, de esta manera sólo estamos logrando que los diablos se alegren por nuestra irreverencia.
Debemos persignarnos: al iniciar, durante y al final de una oración; al reverenciar las sagradas imagenes; al entrar y salir de la Iglesia; al besar la vivificante Cruz; también hay que hacerlo en los momentos críticos de nuestras vidas, en alegrías y pena, en dolor y congoja; antes y después de las comidas.
Cuando nos persignamos debemos hacerlo repitiendo mentalmente: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén." Así demostramos nuestra fe en la Santísima Trinidad. En nuestro deseo de vivir y trabajar para la gloria de Dios. La palabra Amén significa: "De verdad" o "Así sea."
En las Iglesias Orientales en especial el Rito Bizantino, para persignarse se colocan los tres dedos primeros, pulgar, indice, y medio juntos, lo que representa nuestra fe en la Santisima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espiritu Santo. Mientras que los dos dedos doblados significan que el Hijo de Dios bajo a la Tierra siendo Dios, y se hizo hombre, demostrándonos sus dos naturalezas humana y Divina.

EN OCCIDENTE

Al iniciar con la señal de la cruz, empezamos en la frente que significa santificar nuestra mente, y que seamos preservados de los malos pensamientos.
Inmediatamente en la boca, para que todo lo que salga de nuestra boca sea para la Gloria de Dios, y seamos preservados de maldecir al prójimo.
Luego sigue el Pecho, que es para santificar nuestros sentimientos interiores, nuestro corazón y seamos preservados de guardar odios y rencores.
Después Hombro, derecho, y después al Izquierdo, para santificar nuestras formas corporales, y Cristo sea el camino que nos guié en los cuatro puntos cardinales de nuestras vidas.

EN ORIENTE

En oriente no se acostumbra hacer la cruz en la Boca.

2.- REFLEXIÓN ESPIRITUAL SOBRE LA SEÑAL DE LA CRUZ

La Señal de la Cruz se hace tocando la frente, la boca, el pecho y los dos hombros. Todo empieza con el Verbo, el Pensamiento: el frente; pero antes del corazón esta las palabras, pero el pensamiento debe bajar al corazón, ser vencido, hacerse nuestro: el pecho; tan pronto como el pensamiento es asimilado por el corazón, surge la acción: la mano toca los dos hombros. Invertir este proceso y lanzarse a la acción sin antes haberla pasado por el pensamiento y vivido en el corazón, lleva a un activismo animado por intenciones excelentes, pero con resultados catastróficos.

UNA TRADICIÓN INMEMORIAL

La Señal de la Cruz es una práctica de todos los cristianos, desde los primeros siglos tanto en Occidente como en el Oriente. Esta manera antiquísima en el seno de la Iglesia Católica expresa de manera simple y lógica la doctrina trinitaria, puesto que el cristiano cuando pone sus dedos en la frente al pecho, lo hace diciendo en nombre del padre, cuando se dirige al hombro derecho, "del hijo", y al hombro izquierdo "del Espiritu Santo".
La vida de un cristiano siempre debe estar marcada por la señal o el signo de la cruz. Los primeros cristianos se bautizaban persignándose. De hecho, el Santo Apóstol Juan antes de su muerte dibujó una cruz sobre su cabeza con la mano. En las actas de San Afri se relata que cierta vez un pagano le dijo a San Narquis y a su diácono: "Sé que son cristianos ya que con frecuencia signan su frente con la cruz."
Era de esta manera que de una forma externa transmitían su fe en la salvación obtenida gracias a la muerte de Jesucristo en la cruz. Ya en tiempos de los apóstoles se comenzaba todo acto con la señal de la cruz. Al entrar al templo, los cristianos se persignaban. Hacían lo mismo al comenzar y al finalizar las oraciones. El sacerdote se persignaba al comenzar el sermón. Con la señal de la cruz se comenzaba cualquier oficio de la Iglesia: la bendición, la santificación, etc. Tertuliano en el año 250 DC., escribe que los cristianos se persignaban durante todas sus ocupaciones




jueves, 24 de julio de 2008

¿Celebración o concelebración?

¿Celebración o Concelebración?





P. François Knittel FSSPX
En el cuadro de la reforma litúrgica de la que somos testigos desde hace unos 30 años, no se puede negar que la concelebración es la práctica que más ha extrañado a los fieles. El sentido de la fe recibida y poseída, lo que se suele llamar sensus fidei, hace que los fieles continúen guardando reservas. ¿Es una prueba de que son ignorantes o de que les cuesta evolucionar? ¿o es que finalmente tienen razón? Para intentar dar una respuesta a estas preguntas, vamos a dar un resumen del libro del P. José de Sainte Marie O.C.D., L ‘Eucharistie, salut du monde, que trata de este tema. Para simplificar nuestro trabajo, vamos a dividirlo en dos partes:
1º El aspecto teórico del problema: en la concelebración, ¿hay una o varias Misas?
2º El aspecto práctico del problema: ¿hay que multiplicar las concelebraciones?


[I]
CONCELEBRACIÓN: ¿CEREMONIAL O SACRAMENTAL?


Conviene, desde un principio, esclarecer un problema de terminología: ¿que se quiere decir cuando se emplea la palabra "concelebración"?
Se pueden distinguir exteriormente dos modos de Misa concelebrada:
- El primero es el del obispo, rodeado por su clero, celebrando los Santos Misterios él solo, porque pronuncia solo las palabras de la liturgia. En la liturgia tradicional, es el caso de la Misa Pontifical y de la Misa solemne. Se denomina concelebración simplemente ceremonial.
- La segunda forma de concelebración es la de todos los sacerdotes que concelebran pronunciando las palabras de la consagración. En la liturgia tradicional, sucede así en la Misa de ordenación y de consagración episcopal Es lo que denominamos concelebración sacramental.
¿Por qué hemos distinguido estas dos formas de concelebración? Porque la realidad de las cosas nos lleva a hacerlo y porque nos obliga la doctrina del Magisterio de la Iglesia.
El Papa Pío XII en su encíclica Mediator Dei (2), refutó la opinión de los que suprimen toda diferencia entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de los fieles (1 Ped. 2,9) y que dicen que toda la asamblea, sacerdote y fieles, concelebra la Misa. En realidad el sacerdocio ministerial es específicamente distinto al sacerdocio común de los fieles.
Unos años más tarde, se renovaban los errores y el mismo Pontífice tuvo que precisar un poco más la doctrina en su Discurso al episcopado, del 2 de noviembre de 1954. Algunos afirmaban que «la celebración de una sola misa en la que asisten piadosamente cien sacerdotes es lo mismo que cien misas celebradas por cien sacerdotes». A esto el Sumo Pontífice respondía que «de ningún modo es así. En lo referente a la oblación del sacrificio eucarístico, hay tantas acciones de Cristo Sumo Sacerdote como sacerdotes que celebran y no tantas como sacerdotes que escuchan piadosamente la misa episcopal o de otro sacerdote que celebra». Un sacerdote sólo celebra cuando hace las acciones y pronuncia las palabras litúrgicas, y de otro modo sólo simula.


Hay, pues, una diferencia fundamental entre la Misa realmente celebrada por un sacerdote que pronuncia las palabras de la consagración y un sacerdote que participa a las mismas ceremonias sin pronunciar las palabras litúrgicas.
Por eso hay una diferencia esencial entre la concelebración simplemente ceremonial y la sacramental. En lo que sigue del artículo sólo nos interesamos por esta última, pues la concelebración simplemente ceremonial no plantea ningún problema particular, ya que los sacerdotes que asisten no pronuncian las palabras de la consagración y, por lo tanto, no concelebran sacramentalmente.


¿Una o varias misas?


En el Discurso final al Congreso Internacional de Liturgia Pastoral de Asís, el 22 de septiembre de 1956, el Papa Pío XII precisó aún más su enseñanza:
- Recordó la diferencia entre la concelebración simplemente ceremonial y la concelebración sacramental: «No basta tener y manifestar la voluntad de apropiarse las palabras y acciones del celebrante. Los concelebrantes mismos tienen que decir sobre el pan y el vino: "Este es mi Cuerpo", "Esta es mi Sangre"; de otro modo, su concelebración es una pura ceremonia». Esta doctrina fue confirmada por el Santo Oficio, declarando que «por institución divina, sólo celebra el que pronuncia las palabras de la consagración». (3)


- ¿Cómo se puede reconocer una concelebración sacramental?


«Hay que ver si, con la intención interior necesaria, el celebrante hace la acción exterior y, sobre todo, si pronuncia las palabras que constituyen la actio Christi se ipsum sacrificantis et offerentis: la acción de Cristo sacrificándose y ofreciéndose a sí mismo. Eso no ocurre cuando el sacerdote no pronuncia sobre el pan el vino las palabras del Señor: "Este es mi Cuerpo"; "Esta es mi Sangre"».
- La multiplicidad de concelebrantes no estorba a la unidad del sacramento que siempre es una acción de Cristo: «En realidad, la acción del sacerdote que consagra es la misma de Cristo, que obra por su ministro. En el caso de una concelebración en el sentido estricto de la palabra, Cristo, en lugar de obrar por medio de un solo ministro, lo hace por varios».


Algunos espíritus superficiales podrían ver una oposición entre el discurso de 1954, que decía que hay tantas acciones de Cristo como celebrantes, y el discurso de 1956, que subraya la unicidad de la acción de Cristo llevada a cabo por varios ministros. En realidad se trata de puntos de vista complementarios, pues el discurso de 1954 se sitúa de parte de los ministros y se encamina a determinar cuál es la condición para que consagren realmente, mientras que el discurso de 1956 se sitúa de parte de Cristo que hace siempre la misma y única acción sea cual sea el número de ministros.


En resumen, como Cristo actúa por sus ministros que usan el rito único de la Iglesia, la acción sacramental es también única. La Misa concelebrada es, pues, una sola y única Misa, sea cual sea el número de celebrantes.
Incluso el decreto general Ecclesiae semper del 7 de marzo de 1965 lo dijo claramente de nuevo, a pesar de la generalización de la práctica de la concelebración en esos años:
«En este modo de celebrar (la concelebración), varios sacerdotes, en virtud de un mismo sacerdocio y ocupando el lugar del Sumo Sacerdote, obran juntos por una sola voluntad y una sola voz, y hacen y ofrecen por un único acto sacramental, Un único sacrificio, y juntos participan de él» (4).


Este texto recuerda la necesidad, para una verdadera concelebración, de la unidad de intención ("una sola voluntad") y de la unidad del rito litúrgico en la celebración ("una sola voz"). Menciona igualmente el efecto de la verdadera concelebración: "un único acto sacramental", "un único sacrificio".


Santo Tomás de Aquino y la concelebración


Para confirmar esta conclusión ineludible, es decir, que en la concelebración sólo hay una Misa, consultemos al Príncipe de los teólogos, Santo Tomás de Aquino, y sus luces.
En un primer texto, Santo Tomás recuerda que la unidad a nivel de la intención, tiende a la unidad en la acción y en el efecto: «La intención se requiere para cumplir los sacramentos. Por consiguiente, como todos tienen la intención de hacer una consagración, no hay más que una consagración» (IV Sent. d. 13, cuest. 1, ait. 2, sol. 2, ad 1) (5).


Pero, podríamos preguntarnos de qué forma se realiza esta unidad. Santo Tomás nos lo indica en detalle en otro texto posterior: «Si cada uno de los sacerdotes obrase por su propia virtud, uno solo de ellos bastaría para celebrar y los demás estarían de más. Pero como el sacerdote no consagra en su propio nombre sino en lugar y en nombre de Cristo (in persona Christi), y que muchos son "uno en Cristo" (Gal 3.28), poco importa que este sacramento sea consagrado por uno solo o por varios: lo que es necesario es que sea observado el rito de la Iglesia» (III, cuest. 82, art. 2, ad 2).


De donde se deduce lo siguiente:


- Una única consagración ("este sacramento") puede ser hecha por varios sacerdotes a la vez.


- Todos obran como instrumentos ministeriales de Cristo.


- Para consagrar este sacramento, hay que observar el rito litúrgico de la Iglesia.


Dejemos que el P. José de Sainte Marie nos dé la conclusión de esta parte: «Se podría decir que [para resolver este problema de la concelebración] hay una sola verdad fundamental, la de la naturaleza sacramental de la acción efectuada en la Misa, pues hay que partir de ahí; pero considerando al mismo tiempo esta verdad primera en sus dos corolarios inmediatos: el carácter ministerial del sacerdocio del sacerdote de la Iglesia por el que obra Cristo, y el carácter litúrgico y ritual de la acción que se lleva a cabo; y considerando igualmente la ordenación y la subordinación de los ministros al acto ritual, litúrgico y sacramental que llevan a cabo y en el que se realizan a sí mismos. Por lo que, para resolver el problema sobre el número de misas, hay una primacía del punto de vista sacramental sobre el de la persona de los ministros» (op. cit. pág. 27-28).


Confirmacion: otras concelebraciones


Nuestra conclusión sobre la unicidad del Sacrificio en la Misa concelebrada se confirma al ver que ocurre lo mismo en otras ceremonias litúrgicas concelebradas.
Veamos lo que escribo Dom Bernardo Botte, O.S.B., sobre la consagración episcopal (doctrina confirmada por Pío XII en su discurso del 22 de septiembre de 1956):
«Por ambas partes nos hallamos ante un acto sacramental colectivo que consiste en un gesto cuyo sentido lo da el que preside la oración. Los obispos tienen la intención de comunicar al Espíritu Santo y la manifiestan por un gesto común, lo mismo que los sacerdotes que rodean al obispo y manifiestan esta intención por su presencia alrededor del obispo y por el gesto que hacen con él; pero hay que decir que esta oblación es única. Así como no hay varias consagraciones episcopales sincronizadas sino una sola, hecha por el cuerpo episcopal, lo mismo que no hay más que una sola consagración eucarística hecha por todo el cuerpo sacerdotal, y no varias misas sincronizadas». (6).


Santo Tomás de Aquino dice que ocurriría lo mismo si el bautismo fuera concelebrado: «Ambos (ministros concelebrantes), en cuanto de ellos depende, bautizarían. Sin embargo, no darían dos sacramentos diferentes (aliud et aliud sacramentum): sino que Cristo. que es quien únicamente bautiza interiormente, conferiría por ambos un único sacramento (unum sacramentum per utrumque conferret». (III, cuest. 67, art. 6).


Y el Card. Journet saca la conclusión de este último texto para nuestro tema de la concelebración de la Misa:
«Unas palabras sobre la concelebración. Imaginemos que varias personas se uniesen para bautizar simultáneamente a un niño. Los bautizantes serían varios pero la acción bautismal una sola, plures baptizantes, una baptizatio.


Al concelebrar, habrá igualmente varios consagrantes, plures ex aequo consecrantes, pero una sola acción consagratoria, una consecratio»


¿Y la multiplicación de la misa?


Quizás se nos diga que "en la práctica actual, cada sacerdote recibe un estipendio; por eso hay tantas misas como concelebrantes".
A eso contestestamos distinguiendo los frutos de la Santa Misa: el fruto general, por toda la Iglesia; el fruto especial (o ministerial) en favor de las personas por las que se celebra la Santa Misa; y el fruto especialísimo, por el mismo celebrante. El estipendio de la misa corresponde al fruto especial.


Si consideramos el valor infinito de cada Misa y que cada celebrante lleva a cabo el acto completo de la consagración, se comprende que cada celebrante reciba su estipendio. Pero de eso no se puede sacar ninguna conclusión sobre el fruto general de la Santa Misa por toda la Iglesia y sobre el número de Misas.


Esta primera parte nos conduce a decir que el número de concelebrantes no implica ninguna multiplicación de Misas. En cada Misa concelebrada, sólo se celebra una Misa.


[II]
¿QUÉ PENSAR DE LA MULTIPLICACIÓN DE LA CONCELEBRACIÓN?


Saquemos ahora la consecuencia práctica de la primera parte. Si en cada misa concelebrada sólo se celebra una misa, ¿hay que multiplicar las concelebraciones como se suele hacer hoy en día?
Haciéndose eco de la doctrina enseñada por el Concilio de Trento en su XXIIª sesión sobre el Santo Sacrificio de la Misa, el P. José de Sainte Marie explica: «[La Misa] es, en virtud del misterio y del poder del "sacramento" instituido por Cristo, una representación eficaz y real y aún más, una reactuación única en su género, precisamente del orden sacramental, del único sacrificio de la Cruz, de modo que este acto único que no se puede renovar según el modo propio bajo el que se realizó en la Cruz, se puede renovar infinitas veces bajo el orden sacramental. La misión de la Iglesia, gracias al ministerio sacerdotal, es precisamente asegurar esta renovación sacramental para asumir y salvar la historia, y lo hará hasta el fin de los tiempos» (op. cit. pág. 25).


Nosotros, que pecamos todos los días, necesitamos un remedio diario, la renovación sacramental del Sacrificio del Calvario. Eso es lo que repite hasta la saciedad Santo Tomás de Aquino: «En las misas se multiplica la oblación del sacrificio y, por consiguiente, se renueva también el efecto del sacrificio» (III, cuest. 79, art. 7, ad 3) y la liturgia de la Iglesia: «Cada vez que se celebra este sacrificio en memoria de tu Pasión, se realiza la obra de nuestra redención» (Secreta del 9º Domingo después de Pentecostés) (8).


La conclusión está fuera de duda: la Iglesia quiere la multiplicación de las Misas para asegurar los frutos de la redención y, como hemos demostrado en la primera parte, la Misa concelebrada es una única misa. La multiplicación de las misas concelebradas lleva a una disminución del fruto y de los efectos salvíficos de la Misa para las almas y para la salvación del mundo. Nada nos cuesta concluir en que la multiplicación de las concelebraciones a la que actualmente asistimos es perjudicial a las almas y a la Iglesia.


Una última dificultad


Quizás se nos dirá que no está bien oponerse a la difusión de la concelebración ni decir que es perjudicial para la Iglesia, porque era una práctica universal en la iglesia primitiva.
Veamos las conclusiones a las que llega el P. Hanssens:
l la concelebración sacramental, la única realmente sacrificial, aparece sólo con certeza en el siglo VIII, en Roma; es la del Papa con los cardenales presbíteros, descrita en el Ordo Romanus I;
l desaparece en el siglo XII y, salvo raras excepciones, ya sólo aparecerá en la misa de ordenación;
l en los ritos orientales católicos aparece muy tardíamente, no antes del siglo XVIII, y es por autorización del Papa Benedicto XIV; hoy en día, sus mayores oponentes son los griegos ortodoxos;
l finalmente, la concelebración sacramental era prácticamente inimaginable en los primeros siglos, incluso por la ausencia de un texto fijo (op. cit. pág. 112,113).
Es triste que la práctica de la concelebración se haya introducido en nombre de un fundamento arqueológico inexistente. Liturgistas conocidos mundialmente, como Dom Botte, Dom Beauduin,O.S.B. y Mons. Martimort, se prestaron a esta maniobra, agravando aún más su error inicial al no querer hacer la distinción entre concelebración simplemente ceremonial y concelebración sacrificial.
Una vez más podría decir San Jerónimo: «Muchos han caído en error porque no conocen la historia» (10).


Conclusión


Dos conclusiones para nuestra instrucción y edificación.
- En toda misa concelebrada hay una sola misa y no varias, como podría suponerse por la pluralidad de concelebrantes.
- La consecuencia práctica es inmediata: no hay que multiplicar las concelebraciones, pues es disminuir los frutos generales de la Misa y perjudicar gravemente al bien común de la Iglesia.




Notas:
(1) Editions du Cèdre, 1981.
(2) 20 de noviembre de 1942.
(3) Decreto del 8 de marro de 1957, aprobado por el Santo Padre el 23 de mayo (D.S. 3928).
(4) Damos el texto en latín: «Simul una voluntate et una voce agunt. Atque unicum Sacrificium unico actu sacramentali simul conficiunt et offerunt, idemque simul participant».
(5) Damos el texto en latín: «Quia intentio requiritur ad perfectionem sacramentorum, ideo, cum omnes habeant unam consecrationem faciendi, non est ibi nisi una consecratio tantum».
(6) Nota histórica sobre la concelebración en la Iglesia antigua, en La Maison Dieu, nº 35 [3º trim. 1953], pág. 13.
(7) El sacrificio de la Misa, en Nova et Vetera [Friburgo] 46, 1971, pág. 241-250.
(8) Damos el texto en latín: «Quoties hujus hostiae commemoratio celebratur, opes nostrae redemptionis exercetur».
(9) Diversos artículos de la revista Periodica de Re Morali, Canonica, Liturgica en los años 1927-1928.
(10) Damos el lexto en latín: «Multi labuntur errore popter ignorantiam historiae» (In Matth. 1,2; P.L. 77,15).

La Jugada Maestra de Satanas


Sabemos por el Génesis y; mejor aún, por Nuestro Señor Jesucristo mismo, que Satanás es el padre de la mentira. En el versículo 44 cap. 8, del Evangelio de San Juan, Nuestro Señor apostrofa a los judíos diciéndoles: "Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él. Cuando dice mentira habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira...".

Satanás es homicida en las persecuciones sangrientas, padre de la mentira en las herejías, en todas las falsas filosofías y en las palabras equívocas que son la base de las revoluciones, de las guerras mundiales y de las guerras civiles.No deja de atacar a Nuestro Señor en su cuerpo místico que es la Iglesia. En el transcurso de la historia ha empleado todos los medios, y uno de los últimos y más terribles ha sido la apostasía oficial de las sociedades civiles.

El laicismo de los Estados ha sido, y sigue siendo, un inmenso escándalo para las almas de la gente. Por este camino, Satanás ha conseguido poco a poco secularizar y quitar la fe a muchos miembros de la Iglesia y del Estado, hasta el punto de que esos falsos principios de separación de la Iglesia y del Estado, de libertad religiosa, de ateísmo político y de la autoridad como algo que emana de los individuos han acabado por invadir los presbiterios, los curias episcopales y hasta el Concilio Vaticano II.
Para lograrlo, Satanás ha inventado palabras clave que han logrado que los errores modernos y modernistas entren en el Concilio: la libertad se ha introducido a través de la libertad religiosa o libertad de religión; la igualdad a través de la colegialidad, que ha introducido los principios del igualitarismo democrático en la Iglesia; y, por fin, la fraternidad a través del ecumenismo que abraza todas las herejías y errores y da la mano a todos los enemigos de la Iglesia.
La jugada maestra de Satanás consiste, pues, en difundir los principios revolucionarios introducidos en la Iglesia por la autoridad de la misma Iglesia, poniendo a esta misma autoridad en una situación de incoherencia y de contradicción permanente. Mientras este equívoco no se disipe, los desastres se multiplicarán en la Iglesia. Al hacerse equívoca la liturgia, el sacerdocio se hace igualmente equívoco; y al haberse hecho también equívoco el catecismo, la fe, que sólo puede mantenerse en la verdad, se disipa. La misma jerarquía de la Iglesia vive en un equívoco permanente, entre la autoridad personal recibida por el sacramento del orden, y la misión del Papa o del obispo y los principios democráticos.

Hay que reconocer que la baza se ha jugado bien y que se ha usado maravillosamente la mentira de Satanás. La Iglesia va a destruirse a sí misma por vía de obediencia. La Iglesia se va a convertir al mundo herético, judío y pagano por obediencia, por medio de una liturgia equívoca, de un catecismo ambiguo y lleno de omisiones, y de instituciones nuevas basadas en principios democráticos.

Las órdenes, contraórdenes, circulares, constituciones y mandatos, están tan bien manipulados, tan bien orquestados y apoyados por los omnipotentes medios de comunicación social y por lo que queda de los movimientos de Acción Católica (todos marxistoides), que los fieles sencillos y los buenos sacerdotes repetirán, con el corazón roto pero dócil: "¡Hay que obedecer!" ¿A qué o a quién? No se sabe muy bien: ¿A la Santa Sede, al Concilio, a las comisiones, a las conferencias episcopales? Uno se pierde, lo mismo entre los libros litúrgicos que entre los ordos diocesanos o la maraña inextricable de catecismos, de "oraciones del tiempo presente", etc. Hay que obedecer a pesar de los sacerdotes que apostatan, del absentismo de los obispos (salvo para condenar a los que quieren conservar la fe), del matrimonio de las personas consagrados a Dios, de la comunión de los divorciados, de la intercomunión con los herejes, etc. "¡Hay que obedecer!". Los seminarios se vacían y se venden, y lo mismo los noviciados, las casas de religiosas y las escuelas. Se saquean los tesoros de la Iglesia, los sacerdotes se secularizan y se profanan en su modo de vestir, en su lenguaje y en su alma... "¡Hay que obedecer! Roma, las conferencias episcopales, el sínodo presbiterial lo quieren así!". Es lo que repiten todos los ecos de las Iglesias, periódicos y revistas: "aggiornamento" y apertura al mundo. Pobre del que no esté de acuerdo. Se le puede patear, calumniar y privarle de todo lo que le permite vivir. Es un hereje, un cismático y sólo merece la muerte.Realmente, Satanás ha logrado una jugada maestra: logra que los que conservan la fe católica sean condenados por los mismos que deberían defenderla y propagarla.Ya es hora de recobrar el sentido común de la fe y de recobrar la verdadera Iglesia, oculta bajo la falsa careta del equívoco y de la mentira. La verdadera Iglesia, la verdadera Santa Sede, el sucesor de san Pedro y los obispos, en cuanto se someten a la tradición de la Iglesia, no nos piden ni pueden pedirnos que nos hagamos protestantes, marxistas o comunistas. Lo cierto es que podría creerse, al leer algunos documentos, constituciones, circulares y catecismos, que se nos pide que abandonemos la verdadera fe en nombre del Concilio, de Roma, etc.

Debemos negarnos a hacernos protestantes, a perder la fe y a apostatar como lo ha hecho la sociedad política tras los errores difundidos por Satanás en la Revolución Francesa de 1789. Nos negamos a apostatar, ya sea en nombre del Concilio, de Roma o de las Conferencias episcopales.Por encima de todo, seguimos estando unidos a todos los concilios dogmáticos que han definido nuestra fe para siempre. Todo católico digno de ese nombre debe rechazar todo relativismo y evolución de su fe en el sentido dé que lo que fue definido solemnemente en otro tiempo por los concilios ya no sea válido hoy y pueda ser modificado por otro concilio, y con más razón si sólo es pastoral.La confusión, la imprecisión, las modificaciones de los documentos sobre la liturgia y la precipitación en la aplicación, manifiestan de modo evidente que no se trata de una reforma inspirada por el Espíritu Santo. Esta forma de obrar es totalmente contraria a las costumbres romanas, que actúan siempre "cum concilio et sapientia". Es imposible que el Espíritu Santo haya inspirado la definición de la misa según el artículo 7 de la Constitución (1), y más increíble es que se haya sentido la necesidad de corregirla después. Eso es confesar que se había deformado la más importante realidad de la Iglesia: el santo sacrificio de la Misa.Hay que reconocer que la presencia de protestantes en la reforma litúrgica de la Misa plantea un dilema del que es difícil sustraerse.
Su presencia significaba o que se les invitaba a reajustar su culto a los dogmas de la Santa Misa, o que se les preguntaba qué les resultaba desagradable en la Misa católica, con el fin de eliminar las expresiones dogmáticas inadmisibles para ellos. Es evidente que esta segunda solución es la que fue adoptada, cosa inconcebible y no inspirada, desde luego, por el Espíritu Santo.Cuando se sabe que esta concepción de la "misa normativa" es la del Padre Bugnini y que se impuso tanto al Sínodo como a la Comisión de Liturgia, cabe pensar que hay Roma y Roma: la Roma eterna en su fe, sus dogmas, su concepción del sacrificio de la Misa; y la Roma temporal influida por las ideas del mundo moderno, influencia de la que no se escapó el mismo Concilio, que, de propósito y gracias al Espíritu Santo, sólo quiso ser pastoral.Santo Tomás se pregunta en la cuestión de la corrección fraterna si conviene ejercerla a veces con los superiores. Con todas las distinciones oportunas, el Ángel de las Escuelas responde que tiene que hacerse cuando se trata de la fe.¿Y quién puede, en conciencia, decir que hoy la fe de los fieles y de toda la Iglesia no está gravemente amenazada en la liturgia, en la enseñanza del catecismo y en las instituciones de la Iglesia?Léase y vuélvase a leer a San Francisco de Sales, a San Belarmino, a San Pedro Canisio y a Bossuet, y se verá con asombro que tuvieron que luchar con los mismos extravíos. Pero esta vez el drama extraordinario consiste en que estas desfiguraciones de la tradición nos vienen de Roma y de las Conferencias Episcopales.
Así, pues, si se quiere conservar la fe, por fuerza hay que admitir que algo anormal ocurre en la administración romana. Por supuesto, hay que mantener la infalibilidad de la Iglesia y del Sucesor de Pedro, también hay que admitir la trágica situación en la que se encuentra nuestra fe católica a causa de las orientaciones y documentos que nos vienen de la Iglesia. Luego, la conclusión vuelve a lo que decíamos al principio: el demonio reina por el equívoco y la incoherencia, que son sus medíos de combate y que engañan a los hombres de poca fe.Tiene que denunciarse valientemente este equívoco con el fin de preparar el día que la Providencia elija para señalarlo oficialmente a través del Sucesor de Pedro. No se nos llame rebeldes u orgullosos, porque no somos nosotros los que juzgamos.

Es el mismo Papa el que, como sucesor de Pedro, condena lo que por otro lado aconseja. Es la Roma eterna la que condena a la Roma temporal. Nosotros preferimos obedecer a la eterna.Pensamos con plena conciencia que toda la legislación que se ha puesto en práctica desde el Concilio es por lo menos dudosa y, en consecuencia, nos remitimos al canon 23 que trata este caso y nos pide que nos atengamos a la ley antigua.Estas palabras les parecerán a algunos ofensivas para la autoridad, pero muy al contrario, son las únicas que protegen la autoridad y verdaderamente la reconocen, porque la autoridad no puede existir más que para la Verdad y para el Bien y no para el error y el vicio.


A 13 de octubre, en el aniversario de las apariciones de Fátima. Año 1974.Que María se digne bendecir estas líneas y dar frutos de Verdad y Santidad.(2)

+ Monseñor Marcel Lefebvre





NOTAS:


(1) Se trata de la Institutio generalas Missalis romani que sirve de prefacio al misal de 1969. El artículo en cuestión dice así: "La Cena del Señor, o Misa, es la asamblea sagrada o congregación del pueblo de Dios, reunido bajo la presidencia del sacerdote para cele brar el memorial del Señor. De ahí que sea eminentemente válida, cuando se habla de la asamblea local de la Santa Iglesia, aquella promesa de Cristo: "Donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos' (Mt. 18, 20)".


(2) Le Coup Maitre de Satan, págs. 5-9

San Pío X

"porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas" (Enciclica Notre Charge Apostolique)