Los beneficios del culto de María sobre la sociedad civil son también innumerables.
1. Los tres bienes fundamentales de la sociedad civil: la belleza, la bondad, el bien.
Tres son los bienes fundamentales que pretende alcanzar la sociedad civil y que constituyen la civilización; el progreso de la verdad, o sea, de la ciencia, y para ello es necesario perfeccionar el entendimiento; el progreso del bien, o sea de las costumbres, con el perfeccionamiento de la voluntad; el progreso de la belleza, o sea, de las artes, con el cultivo de la imaginación y de la sensibilidad. Ahora bien, a este triple progreso social nadie ha contribuido tanto, después de Cristo, como la Santísima Virgen. Lo Bello, la Verdad y el Bien, observa acertadamente el filosofo católico Nicolás, considerados su fuente, son tres modos de ser de Dios, del cual la Verdad es su carácter más esencial, la Belleza es su esplendor y la Bondad el soplo. Pero la más grande manifestación de Dios, o sea, de la Verdad, del Bien y de la Belleza divina, ha sido precisamente el Verbo Encarnado Jesucristo. Nos lo dice El mismo en aquella su admirable definición: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.” (San Juan 14, 6). El es la Verdad; Verdad eterna e invisible, por ser el Verbo del Padre, y Verdad encarnada y visible, por ser el Verbo Encarnado. El es el Camino, porque es la regla viviente y el modelo para llegar a Dios. El es la Vida, o sea, la Belleza y el Amor, que son la vida de la imaginación y del sentimiento. Jesús, por tanto, es la más alta expresión sensible de la Verdad, de lo Bueno y de lo Bello; mas es bueno recordar que no lo es sino por medio de María.
Por medio de Ella, esta Verdad se manifiesta y nos ilumina. Es por medio de María que este Camino o Bondad se nos pone delante y nos conduce. Es por María que esta Vida resplandece en todo su fulgor, o sea, que esta Belleza y este Amor nos alientan, nos conquistan y nos transforman. Como tal. o sea, como Camino, Verdad y Vida, es decir, como Bueno, como Verdad y como Belleza, El domina el campo de la inteligencia, de la voluntad, de la imaginación y del sentimiento. Por eso El domina las ciencias, las costumbres y las artes.
Ahora bien, el más alto dominio en este triple y vastísimo campo, después de Cristo, compete indiscutiblemente a la Madre de Cristo, a María. Ella viene a ser de esta manera, después de su Hijo, el mayor factor de civilización para la sociedad civil, o sea, el estímulo poderoso y el alimento más sustancioso de la Verdad, de la Bondad y de la Belleza, es decir, de la inteligencia, de la voluntad, de la imaginación y del sentimiento, o sea, de la ciencia, de la moral y del arte.
2. Influjo de María sobre las ciencias. Incalculable, ante todo, es el influjo de María en el campo de la inteligencia, o sea, sobre las ciencias. Ella es la Madre de Aquel que se definió a sí mismo como “la Verdad”. Está, por tanto, íntima e indisolublemente unida a El.
La Mariología no se puede separar de la Cristología; una y otra forman, se puede decir, el corazón de toda la ciencia Teológica. El estudio creciente de María, como el estudio creciente de Jesús, influyen en el estudio de la ciencia Teológica, a la cual están, naturalmente, subordinadas y de la cual son como auxiliares, todas las ciencias naturales. Promover, pues, el estudio de la ciencia Teológica equivale, indirectamente, a promover el estudio de todas las ciencias naturales. Justamente aseguraba el filosofo católico José De Maistre: “Cuanto más cultivada sea en un país la Teología, tanto más lo serán las demás ciencias.” He aquí por qué las naciones cristianas han aventajado en las ciencias a todas las demás naciones. Copérnico, Kepler, Descartes, Newton, los Bernulli etc., son producciones del Evangelio. De la misma manera que Cristo es el Señor de las ciencias, así María es la Señora de las ciencias, la verdadera Sede de la Sabiduría. La filosofía de la historia, sin Cristo y sin María, que son su centro, resultan ininteligibles, pues se encuentran desconectadas de su centro. Ella es, con Cristo, la empresa de los siglos, «negotium saeculorum».
3. Influjo de María sobre las costumbres. En dos modos principalmente ha influido el culto de la Santísima Virgen en las costumbres sociales: contribuyendo eficazmente a la desaparición de la barbarie y elevando el concepto social de la mujer. El influjo de la Santísima Virgen en la desaparición de la barbarie en que se encontraban envueltos los pueblos paganos ha sido puesto de relieve por más de un historiador.
Se sabe que en los albores del siglo V los bárbaros que bajaron del Norte de Europa atacaron con ímpetu al imperio amenazando la civilización romana. Sólo la fuerza de la idea cristiana y Mariana consiguió contener a estos pueblos, convirtiéndolos de lobos en corderos. La suave figura de María abrió un surco de suavidad y dulzura en sus almas duras.
Pero el mejor influjo del culto Mariano sobre las costumbres sociales lo realizó elevando a la mujer social y moralmente. Es un hecho que no necesita demostración que la mujer es el termómetro del estado moral de una edad, de un siglo, de una nación. Cual es la mujer, tales son la costumbres. Para comprender bien toda la influencia de María en la elevación moral de la mujer, es necesario dar una rápida mirada al estado moral en que se encontraba antes de María y en el estado en que se encuentra actualmente en los pueblos aún no iluminados por la luz del Evangelio.
Fijémonos en el Oriente y en el Occidente. En el Oriente, entre los persas, los asirios, los indios, etc., la mujer, más que una persona, no era otra cosa que un vil objeto de placer y de tráfico, estando sujeta a la prostitución religiosa o legal. La inferioridad moral de la mujer con respecto al hombre era indiscutible, proclamada altaneramente por el hombre y aceptada sumisamente por ella. La mujer no podía aspirar a la dignidad de hija, de esposa, de madre.
El Occidente nos ofrece un cuadro no menos oscuro. Los griegos mismos y los romanos estuvieron muy lejos de tener el concepto justo y verdadero de la mujer.
En Atenas, el estado más avanzado de Grecia, la mujer estaba como secuestrada y mantenida bajo tutela. Nada le pertenecía. “De todos los seres vivientes y dotados de razón, decía Medea en la tragedia de Euripides, nosotras las mujeres somos los más desgraciados: nos vemos obligadas, ante todo, a comprar un marido mediante sumas enormes; el esposo es el dueño absoluto de nuestra persona. El divorcio no está consentido para las mujeres, a éstas no les es posible desprenderse del marido... ¿Qué nos queda, pues, sino morir?”
En Esparta, otro estado poderoso de la Grecia, aparecía del todo emancipada y asociada a la vida exterior y política de los ciudadanos. Pero debía de pagar tal privilegio con el precio de la abdicación de las propiedades de su sexo y de una manera especial debía de sacrificar su tesoro más preciado: el pudor. Era una especie de heroína bárbara. Las mujeres casadas se cambiaban y se vendían como animales inmundos.
También en Roma la mujer estaba sujeta a un control perpetuo de su persona y de sus bienes, en la sociedad doméstica y en la sociedad civil. Su único refugio, su miserable consuelo, eran el lujo y la lujuria desenfrenada. Enteramente inmolada al marido, no era para éste, en realidad, más que una cosa.
En resumen: “Todas las legislaciones antiguas como asegura, De Maistre, desprecian a la mujer, la degradan, la molestan, la maltratan más o menos”. “Si existe algún factor constante, observa Troplong, es la inferioridad en la cual las mujeres eran situadas por la religión y por las constituciones políticas”.
La mujer judía, a pesar de la poligamia y el repudio, era altamente honrada en todos sus estados (virgen, esposa, madre, viuda); se le consentía cierta participación en la vida política. Pero estos honores le eran prodigados en vista a una mujer, la mujer por excelencia: la futura Madre del Mesías, tan esperado y deseado. Tal era, en pocas palabras, el estado de la mujer antes de María. No es menos desconsoladora su situación después de María, en los lugares donde no ha llegado la luz del Evangelio “Sacrificada en la India, dice De Maistre, sobre la tumba de su esposo; esclava, bajo el Corán [de los musulmanes]; bestia de carga, entre los salvajes.”
La raíz última de este universal desprecio hacia la mujer antes de que fuese conocida María, tiene como fundamento la iniciativa que la compañera del hombre tuvo en el drama del pecado original, hecho del cual quedó siempre algún recuerdo en la historia de los pueblos.
Así Hesiodo, narrador de los mitos griegos, nos refiere que Vulcano, al plasmar a Pandora “en lugar del bien, fabricó un bello mal.” “Las mujeres, dice, cómplices de todo mal, han sido dadas a los hombres por el Señor del rayo, como el más funesto de las dones” “¡Oh mujeres, grita Esquilo, criaturas insoportables, sexo odiado por los sabios, con el cual no se debería jamás habitar, principal flagelo de la familia y del estado!”
Simónides llegó a declarar que Dios “al crear a la mujer, le hizo un alma aparte y le formó un cuerpo con materias tomadas de algunos animales.” “La mujer, proclama Hipócrates, es perversa por naturaleza.” La misma Sabiduría hubo de lanzar esta piedra contra la mujer, no sin razón: “Con la mujer tuvo comienzo el pecado y a causa de ella todos hemos de morir.” (Ecles. 25, 33.) El pecado: he aquí la raíz de la maldición universal sobre la mujer. Mas he aquí otra mujer que es todo lo contrario de Eva y que repara sobreabundantemente el daño por ella ocasionado a todo el género humano: ¡María! Ella rehabilita en sí misma a Eva y a todas sus desventuradas hijas. ¿Cómo puede la mujer seguir siendo esclava desde el momento en que una mujer se convierte en la dueña del cielo y de la tierra? ¿Cómo podrá seguir siendo menospreciada por el hombre, desde el momento que éste se arrodilla lleno de respeto y maravillado delante de una mujer? De esta forma, la Virgen convierte a la esclava en señora.
La que era considerada como un bello mal se convierte en un bien bello. La que era acusada de ser cómplice de todos los males, es trocada por María en cómplice de todos los bienes, en las escuelas, en los hospitales, en las misiones, donde hay un bien que realizar. A la maldición universal provocada por Eva, sucede la bendición universal originada por María. De esta manera, la mujer elevada por María llega a alcanzar un puesto incomparablemente más alto que aquél del cual había caído. Vuelve a ser altamente respetada en todos sus estados: como hija, como esposa y como madre. De la cual se origina un florecimiento de virtudes en ventaja directa e indirecta de la sociedad civil. Se sabe, en efecto, que las naciones se forman sobre las rodillas de las madres; la mujer influye sobre la sociedad, formando al hombre en el niño, en el hermano y no raramente en el esposo.
4. Influjo de María sobre las bellas artes.
Además de influir en el campo de la ciencia y de las costumbres, el culto de la Santísima Virgen influye de manera singular en el campo del arte, al cual ofrece la belleza creada en todo el esplendor que se puede imaginar. Toda la belleza, en efecto, de que es capaz una criatura pura, se encuentra concentrada en Ella, de forma que es considerada por todos como la misma belleza en persona, belleza que confina con la Belleza infinita. El encanto de la belleza. propia de su sexo reviste en ella una forma nueva. Dos coronas se entrelazan en su frente: la de la maternidad y la de la virginidad. María conserva toda la riqueza del fruto al mismo tiempo que la lozanía de la flor.
Un tipo ideal de belleza de esta naturaleza no podía menos que deslumbrar a la fantasía e influir sobre la sensibilidad de los artistas y en efecto, ¡cuántos rayos de celestial belleza no ha hecho llover sobre las bellas artes durante veinte siglos de cristianismo!
Rayos de celestial belleza, sobre todo en el campo de la poesía. Se ha dicho “que la mujer ha sido, creada para ser la poesía del hombre.” Este juicio adquiere un valor singular cuando se refiere a la mujer por excelencia, que es María. No sin razón se la ha llamado por aclamación: “Maestra de los buenos poetas.” Baste recordar los nombres de Dante, Petrarca, Tasso, Manzoni; de los alemanes Goethe, Kiopstock, Werner y Schlegel; de los españoles Luis de León y Zorrilla.
Rayos de celestial belleza sobre la pintura. María es para los pintores como para los poetas una “belleza siempre antigua y siempre nueva.” Baste recordar las obras insuperables de Fray Angélico, de Rafael, de Murillo, de Durero, etc. Destruid las innumerables vírgenes de todas las épocas y de todas las escuelas. y habréis destruido gran parte de las principales pinacotecas de Europa y del mundo.
Rayos de singular belleza sobre la escultura y la arquitectura. Basta también .recordar aquí los nombres de Miguel Ángel, de Dupré etcétera. Rayos de singular belleza sobre la arquitectura. Basta volar con el pensamiento a las majestuosas catedrales de Italia, de Francia, de España... “¡Oh Santa Virgen, Madre mía exclama Ozanam, cuánto es Vuestro poder! Y qué viviendas tan maravillosas os ha hecho levantar vuestro Hijo, en cambio de vuestra pobre casita de Nazareth. Yo conocía la magnificencia de la Catedral de Colonia y Santa María la Mayor; la de Santa María de Florencia y Nuestra Señora de Chartres. Mas era poca cosa poner a vuestro servicio a italianos, franceses y alemanes. He aquí que estos españoles deponen sus espadas y se convierten en albañiles, a fin de que también tengáis una morada en medio de ellos.”
Rayos de singular belleza sobre el arte de los sonidos, la música. Baste recordar los nombres de Palestrina, de Monteverdi, de Scarlatti de Pergolesi, etc. Tenía razón Goethe cuando decía que “María es la idea y la forma nueva, Ella lo es todo. Sin ella no tendréis arte; sin Ella no existiría ni Dante, ni Rafael, ni Durero, ni Murillo... La Virgen es el principio del amor y de la vida, el eterno femenino.”
CONCLUSION.
Cuenta Nicolás que un incrédulo, disputando con él dejó escapar esta pregunta: “¿Qué llegaría a ser la sociedad si desapareciese el Cristianismo?”
Dado el influjo singularísimo del culto de María sobre la sociedad religiosa y civil, se podría hacer una pregunta análoga, o sea semejante: “¿Qué sería .de la sociedad si llegase a .desaparecer María?”
La respuesta, después de cuanto hemos dicho, no es difícil de formular: El aspecto de la sociedad cambiaría por completo
R.P.Gabriel Roschini
Bibliografía: R. P. G. Roschini, Instrucciones Marianas, Madrid, 1953, ed. Paulinas, págs. 296-307.
"Era necesario que Aquella que en el parto había conservado ilesa su virginidad conservase también sin ninguna corrupción su cuerpo después de la muerte. Era necesario que Aquella que había llevado en su seno al Creador hecho niño, habitase en los tabernáculos divinos. Era necesario que la Esposa del Padre habitase en los tálamos celestes. Era necesario que Aquella que había visto a su Hijo en la cruz, recibiendo en el corazón aquella espada de dolor de la que había sido inmune al darlo a luz, lo contemplase sentado a la diestra del Padre. Era necesario que la Madre de Dios poseyese lo que corresponde al Hijo y que por todas las criaturas fuese honrada como Madre y sierva de Dios" (San Juan Damaceno Encomium in Dormitionem Dei Genitricis semperque Virginis Mariae, hom. II, 14