Queridos fieles, no voy a comentarles el Evangelio de hoy, sino que me detendré un poquito en temas fundamentales.
El Coro ha entonado el Introito en el que Dios nos dice: “Yo soy la salvación del pueblo, [es decir, la salvación de la Iglesia], en su tribulación ellos me pedirán auxilio y Yo los escucharé, y seré su Señor para siempre” . Y en la Colecta de este domingo nos dice: “Elevarán a Mí sus oraciones y me darán culto sin traba alguna”.
Estas palabras me parecen muy adecuadas a la situación de la Iglesia, en que los cristianos claman al Señor: “Pero, Señor, ¿qué haces?” Ellos piden, en su tribulación, el socorro del Señor. El Señor responde: “Yo iré en su auxilio, los escucharé y seré su Señor para siempre” .
Esta tribulación es la crisis de la Iglesia, es la Iglesia infectada por un veneno de error, tal como enseñaba San Pío X en su encíclica “Pascendi”; error que se halla en las entrañas mismas, hasta en las venas, de la Iglesia. Por esto, los cristianos claman al Señor en auxilio.
Cuando observan la Iglesia ocupada, el santuario devastado, los altares cambiados y profanados, las familias dispersas o aniquiladas, cristianos que ya no se casan y viven como paganos, ante esto, ¿qué dicen los auténticos cristianos? Piden socorro. Cuando ven también la vida religiosa destruida y el sacerdocio profanado, extinguido o en vías de extinción, ellos dicen: “¿Qué haremos, Señor?, ¡socórrenos!”
Esto es lo que hicimos hace ahora treinta años y Dios, en su misericordia, nos envió el auxilio, la salvación. “¡Yo os libraré!” Él hizo dos cosas. Primero nos dijo: “Yo os daré un jefe, y vosotros lo seguiréis y combatiréis tras él” . Un jefe providencial, nuestro venerado Monseñor Lefebvre. Luego,
Dios dijo: “Combatiréis con él, bajo su dirección, y reconstruiréis las cosas como estaban anteriormente, antes de la revolución conciliar” .
“Para empezar, Yo os daré un jefe que podréis identificar fácilmente y, a continuación, con él reconstruiréis lo que se había demolido” . ¿No es maravilloso lo que Dios ha hecho por nosotros? Se trata de nuestra historia, queridos fieles; vuestra historia, mis queridos niños, la de vuestros padres y abuelos, que han luchado y han reconocido a ese Obispo que Dios les daba, Monseñor Lefebvre, para reconstruirlo todo.
Veamos primero, si ustedes quieren, un ejemplo histórico de la Sagrada Escritura; luego, haremos su aplicación práctica a nuestro tiempo.
I. UN EJEMPLO HISTÓRICO
En el Antiguo Testamento, los Macabeos, frente a la destrucción del Templo por los paganos griegos que habían conquistado Jerusalén y asolado el Templo, reconstruyeron las cosas (I Macabeos, 4, 36).
Los Macabeos eran los auténticos judíos, es decir, los verdaderos cristianos de aquel tiempo, que se habían unido para combatir y resistir al paganismo. Suben a la montaña de Sión y ¿qué ven? El Templo, sí, el Templo de Dios con el santuario desierto, el altar profanado, las puertas arrancadas, los patios interiores los claustros, la vida religiosa, díriamos nosotros- donde brotan los cardos, las espinas y los matojos; los candelabros caídos, la lámpara del santuario extinguida. Ven el lamentable estado de la Iglesia en aquel tiempo. Entonces, Judas Macabeo, uno de ellos, toma decisiones. En primer lugar, dice que los laicos combatirán contra los paganos, mientras que nosotros, los sacerdotes, reconstruiremos el Templo. ¡Cada uno en su sitio! Los laicos combatirán en la ciudad contra los paganos y contra sus leyes paganas (1); nosotros, los sacerdotes, reconstruiremos el santuario. La Biblia narra, entonces, lo que los sacerdotes del Antiguo Testamento hicieron en el Templo de Jerusalén: "Escogieron sacerdotes sin mancha para purificar el Templo y levantar el altar”. Son palabras de la Sagrada Escritura.
Sacerdotes sin mancha, es decir, un sacerdocio auténtico, para purificar el Templo y el altar. ¡Qué ejemplo! Pero, observemos el trabajo de esos sacerdotes sin mancha, de ese sacerdocio renovado, restaurado en su integridad, en el Antiguo Testamento: ¿Qué hicieron? “ Tomaron piedras y construyeron un altar nuevo siguiendo el modelo del que había existido anteriormente, antes de la devastación”. ¿No nos dice esto nada? ¡Son palabras extraordinarias, proféticas! A continuación, restablecieron el santuario, le devolvieron sus vasos sagrados, purificaron los patios interiores -los claustros-, colocaron los candelabros, rehicieron el altar del incienso y quemaron incienso sobre él; encendieron los cirios; nosotros diríamos que la lámpara del santuario lució de nuevo. A continuación, depositaron los panes de la proposición -que prefiguraban la Eucaristía-, colgaron los velos y completaron la tarea emprendida tal y como Dios la quena. Restablecieron completamente el culto auténtico y verdadero.
Así fue la resurrección del verdadero culto bajo los Macabeos, para restablecer el culto verdaderamente agradable a Dios y restaurar el altar del sacrificio. ¿No resulta una profecía acerca de lo que ocurriría un día en la Iglesia?
II: MONSEÑOR LEFEBVRE, NUEVO JUDAS MACABEO
Llego a la segunda parte, a nuestra pequeña tarea, tarea de restauración también, gracias a ese nuevo Judas Macabeo suscitado por Dios, Marcel Lefebvre.
Lo acaecido en el pasado, auténtica profecía en acción, es al mismo tiempo un suceso de actualidad, lo que muestra que ante una sociedad secularizada de la cual se a desterrado a Cristo Rey, Dios prepara, desde hace ucho tiempo, a este Obispo, Monseñor Lefebvre, para dárselo a la Iglesia en el momento previsto, ante las súplicas de los católicos fieles, pero no a él solo, sino on otros sacerdotes valientes y esforzados, suscitados también por Dios, como eI Padre Coache, el Reverendo Padre André, y tantos otros. Y entonces, este Obispo y estos sacerdotes decidieron que los laicos combatirían en la ciudad, mientras que los sacerdotes combatirían en la Iglesia. Es sencillo: ¡cada uno en su sitio! (2) ¿y qué van a hacer esos sacerdotes y laicos? El programa que Monseñor Lefebvre va a darles es el opuesto al programa de la Revolución. Para comprender el programa católico, expongamos en primer lugar el programa revolucionario, el programa liberal.
III: EL PROGRAMA LIBERAL Y REVOLUCIONARIO
¿Cuál es ese programa? ¡Ustedes tienen que conocerlo! Se asienta en tres puntos (3).
Primer punto, excluir el gobierno de Cristo Rey: que no se hable más de Jesucristo en el Estado, que se retiren las cruces de los colegios y de los hospitales, que no haya más signos católicos. ¡Secularización, laicismo!
Segundo punto: a favor de esta secularización, supresión de la Misa. Lo hicieron en el Concilio con la nueva misa, misa secularizada. Y todo ello,
tercer punto, con el fin de borrar la vida sobrenatural en las almas, arrancárselas para convertirlas en almas naturales, profanas, laicas. He aquí el programa liberal, el de la Revolución. ¡Ustedes no lo encontrarán en los libros! Monseñor Lefebvre va a tomar ese programa y lo va a dar vuelta, para hacer su programa católico de reconstrucción sobre tres puntos.
Primer punto:
Segundo punto: con esta verdadera Misa, reconstituir una élite católica, una élite de fieles católicos y, por tanto, de familias católicas, de instituciones cristianas, de escuelas católicas.
Tercer punto: con esta élite católica, devolver a Nuestro Señor su corona, su reinado social. Como ven, Monseñor Lefebvre tomó el programa liberal y lo enderezó como debe ser. En primer lugar, la Misa, de ahí una élite católica viviendo de la Gracia, es decir, en estado de gracia, pues muchos cristianos, hoy en día, ya no viven en estado de gracia sino en pecado mortal; y, en tercer lugar, con esta élite devolver su corona a Cristo Rey.
He ahí lo que Monseñor Lefebvre predicó e hizo; cumplimiento de la profecía de Judas Macabeo.
IV. ¿DE QUÉ SE TRATA? LA MISA Y LA REDENCIÓN
En el centro de todo está el altar, la Misa, el rescate, la Redención, misterio que se repite y renueva sobre el altar. ¿Pensamos nosotros en ello?, ¿reflexionamos?, ¿qué es la Redención? No basta con sostener que se cree en tres misterios: la Trinidad, la Encarnación y la Redención. No es suficiente, ¡hay que comprender las cosas! Propongámonos penetrar un poco esos misterios y meditarlos.
¿Qué es la Redención? Para los modernistas consiste en ser conscientes de la dignidad de la persona humana, gracias al Padre celestial que ha entregado a su Hijo a la muerte por amor y respeto hacia la dignidad humana. Esto es lo que encontramos en el nuevo catecismo, en el lenguaje de los Obispos y del Papa actual. Es la nueva religión. ¿Podemos aceptar nosotros tal cosa? ¿Podemos decir que Dios Padre entrega a su Hijo a la muerte para demostrar al hombre que Dios estima la dignidad de la persona humana, para hacernos tomar conciencia de nuestra
dignidad humana, y punto final? Ustedes pueden ver que se trata de una religión naturalista, profanada, completamente falseada. La verdad, por el contrario, es que Jesucristo se entregó en la Cruz voluntariamente, por amor a no sotros, obedeciendo a su Padre ciertamente, pero para ofrecer una satisfacción a su Padre, una reparación a causa de nuestros pecados y por nuestro pecados. No se trata de la estima que Dios tiene por la dignidad humana, ¡se trata del pecado! El pecado es la razón por la que Dios Hijo se ofrece a sí mismo como sacrificio a su Padre; sacrificio infinitamente agradable ya que es ofrecido por la Persona divina del Hijo de Dios hecho hombre por la Encarnación. Así pues, penetramos un poco en el misterio de la Encarnación y comenzamos a comprenderlo un poco, aunque permanezcamos en las sombras de la fe.
Comprendemos que se trata de una obra de reparación, de justicia debida a Dios a causa del pecado. Jesús restablece la perfecta justicia debida a su Padre, restablece el orden por su sacrificio y, de este modo, devuelve las almas a Dios y las reconcilia con Dios mediante su sacrificio sufriente por ellas; además, Él nos invita a unir nuestros sufrimientos y sacrificios al suyo. ¡Hagamos el esfuerzo de no olvidar esto! Cristo no lo ha hecho todo, es necesario que nosotros
participemos también. Nos acercamos a la Misa para recibir el fruto de sus méritos en la Cruz y para unir nuestras pequeñas satisfacciones y sacrificios al suyo. ¡He aquí nuestra religión católica! Es completamente diferente de esa nueva religión intelectualista en la que el Padre entrega al Hijo para hacernos tomar conciencia de nuestra dignidad. ¡Es increíble e inaceptable!
V. LA RELIGIÓN MODERNISTA: UNA RELIGIÓN GNÓSTICA
Ya lo he dicho varias veces, esta nueva religión es una gnosis: ¿Qué es una gnosis? Una religión que se pretende más etérea, superior, dejando la religión católica al vulgo. La religión católica sería, por tanto, buena para los simples fieles, siendo los modernistas los poseedores de una concepción más etérea y elevada de la religión: ¡la dignidad humana! Y esto sin,esfuerzo, sin sacrificio, sin penitencia, porque no hay pecado y sin pecado no hay necesidad de reparación. Así es la nueva religión, gnóstica e intelectualista. ¡Nosotros no la queremos! Al contrario, la denunciamos y la rechazamos. En esto consiste nuestro combate, pues en esto radica el error actual. No se trata solamente del liberalismo, del socialismo, del modernismo; esta gnosis es el error actual y, precisamente por ello, es necesario denunciarla. Se trata de un falseamiento radical y naturalista de la religión católica.
Entonces, ¿qué haremos? Monseñor Lefebvre reaccionó contra esta falsa religión. Él dijo: primero proveeré de verdaderos sacerdotes con los que formaré una élite de católicos, y con esta élite llevaremos a cabo una acción política pública dentro del Estado a través de nuevas instituciones públicas cristianas.
VI. LA REALIZACIÓN DEL PROGRAMA
Ya llegamos a la esta parte, que concierne a la obra de la Fraternidad y que ustedes tienen que entender bien. Primeramente, ¿quiénes son los sacerdotes que nosotros les damos?
Sacerdotes bien formados.
Antes de nada, estos sacerdotes son formados en Ecône y en los otros seminarios. Alli reciben la formación en su cabeza y en su corazón. La formación de la inteligencia se hace con Santo Tomás de Aquino, ese gran Santo que asentó los principios de la filosofía y de la teología, principios realistas que casan tan bien con la verdadera revelación divina para conformar la auténtica teología católica. Formación también de los corazones, es decir, de la voluntad; formación viril y no sentimental, adaptada a la juventud actual, la cual se siente frecuentemente desmotivada, desequilibrada, falta de esta formación viril y sólida del carácter.
+ BERNARD TISSIER DE MALLERAIS
(Sermón pronunciado el 10 de octubre de 2004 en Moulin-du-Pin, Francia)
Notas:
(1) Hay formas y formas de combatir contra los paganos y contra sus leyes. No se trata realmente de un combate militar, sino de un combate religioso, fundamentado en la acción de los sacerdotes. Judas Macabeo lo recuerda explícitamente: “... la victoria en la lucha no dependerá del gran número de combatientes, sino que la fuerza nos vendrá del Cielo”. Monseñor Tissier predica este sermón para hacernos comprender la naturaleza y el fin de este combate.
(2)Seria exagerado pensar que combatiendo en el mundo, los laicos fueran independientes de los sacerdotes con objeto de llevar a cabo una tarea de distinta naturaleza y que les sería propia. Monseñor Tissier de Mallerais va a mostrar, al contrario, que el programa de Monseñor Lefebvre sitúa a los sacerdotes a la cabeza de los laicos para realizar una tarea común y única, que todos realizan conjuntamente, cada uno en su sitio. Pongamos atención a comprender bien la naturaleza de esta tarea. En su sencillez podría escapársenos y estaríamos tentados de inventar cualquier cosa más a nuestro gusto y, por tanto, muy humana.
(3) Monseñor Tissier de Mallerais retoma aquí el análisis del programa revolucionario que el R.P. Le Floch, director del Seminario Francés de Roma, donde fue formado Monseñor Marcel Lefebvre, había denunciado con admirable clarividencia desde el año 1925.
No hay comentarios:
Publicar un comentario