Un obispo para la Tradición en Campos y en Brasil
Soy testigo, entre muchos otros, de la gran inquietud dominante en toda la Tradición católica, y sobre todo, en los medios eclesiásticos y en los seminarios, ante las históricas consagraciones en Ecône.
La razón de ello radicaba en la perspectiva de que llegaran a morir las dos murallas de la resistencia católica al progresismo devastador y triunfante en la santa Iglesia tras el Vaticano II, sin legarnos el beneficio indispensable de la continuidad de los obispos fieles a la Tradición. En efecto, había una infinidad de católicos auténticos en el mundo entero, fieles a la Tradición, que deseaba ávidamente que Dios no permitiera que dicha Tradición se quedara huérfana de obispos que le aseguraran la continuidad, y que rogaba ardientemente por ello. Existían 6 seminarios de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en el mundo, más el nuestro en Brasil, cuyo futuro dependía de la decisión de Mons. Lefebvre y/o de Mons. de Castro Mayer de consagrar obispos para la supervivencia de la Tradición católica. Esa preocupante inquietud duró hasta el momento en que, una vez terminada la solemne misa pontifical del 30 de junio de 1988, se trocó en explosión de alegría y de reconocimiento a Dios, a Nuestra Señora y a nuestros seis obispos.La consecuencia natural de las consagraciones de Ecône fue la consagración de un obispo en Campos. Alentados por Mons. de Castro Mayer, le pedimos a Mons. Lefebvre, el cual aceptó que viniese a Campos a consagrar un obispo; pero murió el 25 de marzo de 1991.
Mons. Antonio de Castro Mayer, había mantenido heroicamente la Tradición durante los 33 años de su ministerio episcopal en la diócesis; éramos 25 sacerdotes, un grupo de seminaristas que quedaba tras la clausura del seminario y unos 50 millares de fieles los que deseábamos un obispo.
Urgía subvenir a las necesidades espirituales de tantas gentes que querían, a toda costa, permanecer fieles a la Tradición litúrgica y doctrinal de la santa Iglesia. No querían correr el riesgo de perder su fe o de debilitarla asistiendo a la nueva misa y recibiendo los sacramentos en un medio progresista. Se trataba, pues, de un verdadero caso de conciencia y de necesidad.
Habría sido verdaderamente difícil organizar, cada vez que lo hubiésemos necesitado, la venida de un obispo de la Fraternidad para responder a las necesidades de los fieles. Esto originó la decisión de nuestros sacerdotes de pedir a la Fraternidad San Pío X que uno de sus obispos nos transmitiera, en Brasil, la gran gracia de tener un obispo de la Tradición.....
Dicen ahora...
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