Acordaos de esto; gravadlo profundamente en vuestros corazones. El más bello y precioso ornamento del padre es la pureza virginal. La pureza penetra hasta lo más alto del Cielo, hace ver y comprender cosas sublimes; ella es un reflejo de la claridad de Dios; da el gusto y el sabor de todo lo que es santo; tiene una intuición particular de las cosas espirituales y genera el heroísmo de la virtud y del martirio; ella nos da ardor y entusiasmo por la salvación de las almas.
¿Qué haréis vosotros, queridos hermanos, para conservaros castos y puros en medio de tantos peligros, no medio de un mundo seductor y pérfido? Mortificad los sentidos, mortificad los ojos y principalmente los oídos, evitando familiaridades ociosas, que son la sepultura de la pureza. ¡Oh! ¡La pureza virginal! Hasta los ángeles la envidian! Ella da a todo el ser un brillo particular. La pureza viene del Cielo; es necesario pedirla sin cesar al Señor y tener el cuidado de no ofuscarla; es necesario cerrar las puertas a la sensualidad de la tierra, como se trancan las puertas y las ventanas para impedir la entrada de alguien.
Inflamaos de amor por Dios en el pensamiento continuo de su omnipotencia, para que viváis en este mundo la vida del Cielo. Que los fieles se acuerden de esto: hágase en las parroquias al menos en particular, una Hora Santa, todos los jueves, por la santificación de los sacerdotes"..
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