"Sed aquella flor perfumada que debéis ser; esparcid el buen olor (2 Cor 2,15) en la dulce presencia de Dios. Sabéis que la flor, conservada durante mucho tiempo en el agua, no exhala perfume, sino hedor. A mi me parece, padre, que vos y los demás sacerdotes debéis ser así una flor. Pero también esa flor, inmersa en las aguas inicuas y putrefactas de los pecados y miserias del mundo, no exhala perfume, sino hedor. ¡Oh!, cómo es miserable e infeliz quien es puesto en la santa Iglesia como flor, responsable por los sus súbditos! Vosotros sabéis que Dios os quiere límpidos e puros. Infeliz de mi, infeliz de mi, venerable padre! Es lo contrario que acontece. Se comportan de tal manera, que no apenas son fétidos, sino que también arruinan a todos aquellos que se les aproximan.
Acordaos y no continuéis durmiendo! Ya dormimos bastante, muertos para la gracia. No nos queda más tiempo, sonó la hora de la sentencia, estamos condenados a la muerte."
El Diálogo - Palabras del Padre Eterno dictadas por la santa en momento mismo de los éxtasis.
"Vuelvo a hablar nuevamente de los clérigos y ministros de la Iglesia. Quiero lamentarme contigo sobre otros defectos, de los cuales aún no hable. Son aquellos vicios, que una vez te mostré en la figura de columnas: la impureza, el orgullo y la ganancia. Con ellos, venden hasta la gracia del Espíritu Santo! Son vicios interdependientes y tiene una base común, el egoísmo. Tais columnas, en cuanto permanecen de pié, sin ser derrumbadas por las virtudes, hacen a la persona obstinada en los demás pecados. Como dije antes, todos los pecados nacen del egoísmo; el más grave es el orgullo, que destruye la caridad. El orgullo conduce aún a la persona a la impureza y a la lucro. Son esos los tres lazos que ligan a los ministros malos al demonio."
"Hija querida! Ya traté un poco sobre la manera como los clérigos manchan el cuerpo y el Espíritu en la impureza. Para que conozcas mejor mi Misericordia y sientas mayor compasión por esos infelices, quiero acrecentar cuanto sigue.
"Hija querida, dije tais cosas para que comprendas mejor la dignidad de mis ministros y llores con más amargura sus pecados. Si los ministros meditasen sobre a propia dignidad, no vivirían en pecado mortal, no mancharían su alma. Si ellos no me ofendiesen, si no pecasen contra la propia dignidad, si no entregasen hasta el cuerpo para ser quemado, inclusive así no me agradecerían suficientemente por el don que recibieron. En este mundo es imposible una dignidad mayor. Son mis ungidos, mis cristos, puestos por mi en la función de ministros, flores perfumade las En la jerarquía de la santa Iglesia. Ni los ángeles poseen dignidad igual a esta concedida a los hombres, en la persona de los sacerdotes.
Los coloqué como ángeles en la tierra, y como tales deben vivir. De todos os hombres exijo pureza e amor; todos deben amar-me e amar o próximo; todos deben socorrer al hermano en aquello que les fuere posible con oraciones y obras de caridad, así como ya dije en otro lugar, al tratar de ese asunto. Pero de mis ministros pido pureza mayor, mayor amor por mi y por los hombres. Que distribuyan el Cuerpo y Sangre de mi Hijo con gran deseo de la salvación de la humanidad, para gloria de mi nombre. De la misma forma como ellos quieren limpio el cáliz usado en el Sacrificio eucarístico, también yo quiero que sean puros sus corazones, sus almas, sus pensamientos. Igualmente sus cuerpos - instrumentos del alma - han de ser poseídos en perfecta pureza. No quiero que se envuelvan en a lama de la lujuria, ni que se muestren inflados de orgullo en la procura de cargos prelatícios o llenos de rencor por si inclusives y por los otros. La insatisfacción personal acostumbra a manifestarse sobre los otros; cuando impacientes, los ministros terminaran dando malos ejemplos, no se preocuparan en librar os hombres das manos del demonio, no se dedicaran con esfuerzo al ministerio del Cuerpo y Sangre de mi Hijo, en la distribución de la luz de la eucaristía en la forma explicada.
Hija querida, comprendes cuanto o pecado contra la naturaleza me desagrada en cualquier persona; mas entenderás también que mucho más me disgusta cuando es practicado por aquellos que escogí para la vida de continencia. Unos abandonaron el mundo y se hicieron religiosos; otros son diocesanos. Entre ellos se hayan los ministros. Jamás entenderás como tal vicio, cometido por ellos, me ofende mucho más que cuando es hecho por los legos en general y por los legos consagrados. Los ministros son lámparas colocadas sobre el candelabro y deben iluminar por el ministerio eucarístico, por la virtud, por el buen ejemplo. Mas de hecho difunden la oscuridad. Viven en la oscuridad. Por causa de su soberbia e impureza, nada entienden de las Escrituras, a no ser en su presentación exterior."
"Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí"
Mt 10, 37
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